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Jakeline sabía que el momento había llegado

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Jakeline sabía que el momento había llegado.

Lo supo cuando esa mañana sus doncellas entraron corriendo a la habitación con su madre detrás, todas dispuestas a vestirla y arreglarla de forma pulcra y perfecta.

Él había llegado.

Había ido por ella.

La iba a sacar por fin de esa casa.

Dejó que la vistieran lo más hermosa que pudieron y que le colocaran todas las colonias que llevaba en su repertorio.

Su madre se veía radiante. En sus ojos podía ver ese brillo que le causaban las lágrimas. Y Jakeline no pudo hacer más que abrazarla antes de salir de la habitación con la cabeza en alto.

Bajó las escaleras de forma pulcra, delegante, desenado correr al despacho de su padre para encontrarlo rápido, pero para sus pesares, la puerta estuvo cerrada mientras su madre y ella esperaban afuera.

Era joven. Pero podía contraer matrimonio. Estaba preparada. Había deseado eso toda su vida.

¡Por Dios, iba a verlo!

Después de tanto, por fin iba a tenerlo cerca.

No podía controlar la emoción en el pecho. No le cabía en él. Sentía que iba a explotar.

La marquesa en todo momento le tomó la mano con aliento, incluso cuando la puerta se abrió y su padre salió junto con un caballero alto.

Era castaño, con la piel de porcelana y los ojos color cielo. Tenía una mirada preciosa, fresca, convertía en luz todo a su paso.
Los hombros los llevaba anchos, adornados con aquel exquisito traje gris, en el que se podían marcar los fuertes brazos con los que la protegería.

Era completamente guapísimo, y sería su esposo.

—Lord Paradig—comenzó a hablar su padre,—le presento a Lady Jakeline Stuard, su prometida.

Los ojos del caballero brillaron. Fue como si sus ojos azules al chocar con los de la dama hubieran causado una chispa que hizo temblar ambos cuerpos.

La vió ahí, con su cabello rubio que incluso trenzado le llegaba a las rodillas, con su rostro de perlas y su boca de fresa. Era tan hermosa, que por un momento se le paró la respiración.

—Así que es usted—no podía decirle que había pensado que se casaría con su hermana,—es un placer conocerla.

Hizo una reverencia.

—El gusto es mío.

Le contestó ella inclinándose.

Vanessa llegó justo en el momento en el que la pareja salió al jardín con un grupo de chaperones.

La duda la estaba carcomiendo. Había estado espiando desde el pasillo de junto pero aún así la situación le resultaba demasiado extraña. No lograba juntar todas las piezas del rompecabezas. Nada encajaba del todo.

¿Ese era León Paradig, el hombre que conoció la tarde anterior?

La marquesa, quien aún permanecía mirando el camino que había cruzado el futuro matrimonio, se volvió un poco para ver a Vanessa a su espalda.

—¿Qué sucede?

Necesitaba sanar sus dudas.

—Ha llegado el prometido de tu hermana. El marqués lo ha programado para dentro de dos meses.

La boca de Vanne calló al suelo y rebotó. ¡Dos meses! La pobre muchacha tenía diecisiete y ellos la iban a casar en tan pocos días. ¿A caso no se daban cuenta de lo que estaban haciendo?

—Y ponte lista tú también—la miró su madre con el rostro teñido de advertencia,— El señor Barone llegará en un par de semanas, y no tendrás para donde escapar.

No supo que le dió más miedo, si la voz de su madre al advertirle o el nombre que caló sus oídos.

Entonces así se llamaba.




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Este capituló es algo cortito porque solo va para ponerlos en situación y para que conozcan un poco sobre Elly y León😉 A lo largo de esta historia les iré dando un poco más de detalles.

El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora