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¿Qué Team eres?👀

1.-Team Gabriel.
2:-Team Daniel.
3.-Team A ver A Qué Hora Dejas de Jugar Con Mis Sentimientos.

~~~


Vanessa había salido corriendo. No le dio pie a explicar ni a pronunciar ninguna otra palabra de las ya dichas. Corrió, con la pierna doliéndole en el alma misma. Corrió porque no quería verlo, porque su presencia la torturaba, porque no quería ni siquiera pensarlo, ni oírlo, ni olerlo, ni sentirlo.

Corrió hasta que, agitada, encontró a Gabriel charlando con el duque de Standich. El hombre no necesitó explicación alguna, no tuvo que mencionarle ninguna palabra para que la tomara de la mano y la sacara de ahí.

Se mantuvo callada todo el recorrido a casa y su esposo no la perturbó. No fue consiente de sí misma ni siquiera cuando la llevó a la habitación y le quitó el vestido para que pudiera dormir. El masaje en su pierna fue rápido y sin pausas. Vanessa ni siquiera se detuvo a degustar sus manos. En su mente aún seguía corriendo, alejándose de él, temiendo voltear y aun encontrarlo.

¡¿Cómo demonios era posible?!

Le lloró, se le desangró el alma sufriendo por aquel amor que vio morir. ¡Lo vio fallecer con sus propios ojos! Miró como la vida se le escapaba de la boca y se convertía en un soplo al vacío. Charló con su madre, se sintió culpable durante días, y ahora, que su vida había continuado, él aparecía así como así, sin un cartel de advertencia, sin una simple palabra que la preparara para sentir que el mundo de nuevo se le iba encima. No fue consiente de nada, no tuvo sentimiento alguno, hasta que Gabriel se metió en la cama y la abrazó por detrás.

Ella se veía mal, lo notaba en su rostro y no quería presionarla, así que solo se dedicó a transmitirle su calor y a darle pequeños besos en el cuello, para calmar los temblores que habían en sus manos.

-Gabriel-susurró ella volteándose para quedar contra su pecho.

-Dime, cariño- le dijo él moviendo los mechones castaños que caían en su rostro.

-Hazme el amor- le suplicó porque tenía ganas de sentirlo, de aliviar uno de los males que tanto la abrumaban. Ella lo quería, de eso no había duda alguna. Deseaba sentir que la tomaba, que le pertenecía, que era suya, porque era la única forma de dejar de pensar en Daniel.

O por lo menos eso creyó, porque al acomodarse, desnuda, en su pecho, no hubo otro pensamiento en su mente que no fuera él, estaba ahí, haciendo trizas todo lo que había levantado y construido, destruyendo sus nuevas esperanzas y deseos. Llegó abriendo heridas que creía cicatrizadas y eso era lo que le dolía.

Sabía que jamás iba a poder olvidarlo, que no existiría el día en el que lo echaría por completo de su alma. Era consiente de que había un rincón en su pecho que siempre llevaría su nombre, pero aun contra todo ello, pensó que el cariño había menguado aunque sea un poco. Creyó que había logrado superar sus besos, sus manos, su forma de llamarla con aquel acento fascinante.

Pero ahí, recargada en el pecho de su esposo, escuchando atenta el latir de su corazón, debía de recalcar que le quería, muchísimo, que siempre fue suya, pero que había un hueco enorme en su pecho que aun anhelaba a Daniel.

¿Ahora qué haría?

No durmió nada, no pudo hacerlo. Se levantó de la cama cuando Gabriel, apenas salir el sol, se dispuso a darse una ducha para reunirse de manera formal con el duque de Standich. Traían varios negocios relacionados con el comercio, y su esposo estaba emocionado. Esa oportunidad con el duque era una puerta grande para elevar su fortuna.

El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora