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¡Último capituló triste, lo prometo!❤️

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Cuando Vanessa abrió los ojos aun las estrellas dominaban el cielo. La luna hacía de protagonista, y entre su ensoñacion los ojos aun le seguían pastosos, negadose a abrirse completamente.

Se descubrió acomodada arriba de un firme pecho que juraba resguardar sus sueños. Una misión que llevaba cumpliendo desde su partida.

Vanne se desespereso para acomodarse mejor y seguir durmiendo, pero al levantar la cabeza su mirada chocó con unos ojos grises que sabía muy bien a quién pertenecían.

-Hola, cariño.

Su acento.

Su voz.

Ante todo pronóstico, al verlo ahí, con su calor cubriéndola, no sintió dolor alguno. No había veneno en su pecho ni un nudo incrustado en la garganta que le impidiera respirar.

Fue inconsciente su reacción. Para cuando se percató de su presencia ya estaba abrazándolo fuertemente y llenándose del aroma que desprendía. Era su olor, sus brazos, su sangre caliente, su forma de tomarla como si le perteneciera.

Sí, en definitiva ella era suya.

-¿Qué haces aquí?-la voz le salió amortiguada por el cuello de Daniel. Su Daniel.

Las manos del caballero se posaron en su espalda y la acariciaron lentamente, como si bailara una pieza de vals sobre el camisón.

-Vengo a asegurarme de que estés bien cuando me vaya.

La mujer se aferró al cuerpo masculino, negándose a creer que sus palabras fueran reales, negándose incluso a imaginar que fuera cierto que de nuevo desaparecería.

-Estaré bien yéndome contigo-sentenció haciendo uso de sus fuerzas para no dejarlo ir.

-No puedes acompañarme-La voz del caballero era pausada, calmada y rendida-. Tu deber es quedarte aquí y ser feliz.

Vanessa se negó rotundamente a soltar una lagrima que arruinara la paz que sentía en sus brazos.

-Quiero irme contigo-esta vez, fue una súplica.

Las manos de Daniel la separaron lentamente de su cuerpo, luchando con el agarre incesante que ella ejercía para quedarse en el hueco de su cuello.

Los ojos de ambos quedaron unidos por aquella emoción que precedía al fuego que ardía en sus miradas.

Daniel tragó antes de hablar.

-Te enseñe a amar no para que te rindieras y pasaras el resto de tu vida llorando. Lo hice porque deseo que disfrutes, que seas feliz, que le des a algún afortunado la dicha que no me pudiste dar a mí.

Vanessa negó lentamente y después rápido, desesperada. Él no se iba a volver a ir, no sin ella.

-Tú me enseñaste a amar para quererte a ti y solo a ti.

Daniel negó, con una sonrisa en el rostro.

-Fui pasajero, Vanne. Fui una estrella fugas a la que le pediste un deseo y te lo concedió a besos. Y ahora, aunque duela, tienes que olvidarme y debes de hacerlo ya porque no soporto saber que pasas los días llorando.

La dama volvió a negar, no paró de hacerlo, lo hizo incluso negándose a contestar cuando él suavemente la recostó a un lado suyo en la cama, subió la cobija y la arropó.

En ese momento las lágrimas fueron inevitables.

-Te amo y quiero que seas feliz-le dijo él, dandole un beso en la frente y desapareciendo.

El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora