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Corazones, vamos a jugar a que hoy es jueves😉

~•~

Gabriel soltó un carcajada enorme cuando notó como el pecho de Vanessa subía y bajaba con nerviosismo. Había caído en las garras de su madre. Ella era experta en atrapar a las personas para hacerlas hacer lo que le viniera en gana, y supo, en cuanto vio la sonrisa que se pintó en sus labios cuando conoció a su esposa, que no descansaría hasta conseguir un nieto.

Llevaba años con la misma cantaleta, pero calló bajo, muy bajo para conseguirla. Y de seguro, a la mañana siguiente, se haría completamente la desentendida.

-¿De qué tanto te ríes?-preguntó Vanessa, aun pegada a la puerta, como si le diera miedo adentrarse más en la habitación.

Gabriel levantó las cejas y cruzó las manos sobre su pecho.

-Sí sabes que mantendrá vigilada la puerta para asegurarse de que salgas mañana a medio día, ¿no?-se lo dijo, porque sabía que eso haría que sus mejillas se coloraran, y a él le encantaba ver como su rostro se volvía rosado.

Aquello la hizo temblar más, y al notarlo, Gabriel se hizo a un lado en la cama para dejarle espacio.

-Ven, siéntate-le pidió con una sonrisa, intentando verse relajado.

Vanessa negó.

-No puedo hacerlo, Gabriel. No estoy lista... Yo no...

-Solo siéntate, Vanessa. No haremos nada. Te lo prometo.

Debía de admitir que hasta cierto punto lo estaba sacando de quicio la idea de tenerla en su casa, de saberla suya y no poder tocarla. Le gustaba, mucho. Lo hacía desde que varias veces se escapó a Londres para poder verla de lejos.

Sabía que no podían hacerse presentaciones formales, y que si se acercaba a saludarla corría el riesgo de espantarla, pero, llegó un punto en el que se cansó de desear a una sombra que no llevaba rostro, y aquella hambre demandó ser saciada a toda costa.

Y ahora, al verla ahí, con aquel vestido rojo que tentaba a sus ganas, sintió cierto coraje recorrerle por el pecho, coraje por no poder poseerla ni sentirla. Un coraje que, como siempre, se lo tragó, fuerte, de una, sin pensarla.

Vanessa, un poco nerviosa, anduvo hacia la cama y se sentó dejando que el acolchado se amoldara a ella.

Había algo en Gabriel, en su seriedad y compostura, que la ponía nerviosa, confundida. Dejaba de ser ella cuando lo tenía enfrente, y es que, había pasado toda su vida rebelándose ante sus padres por la decisión de casarla. Darles dolores de cabeza era su propósito de cada día, y ahora, que ya no tenía que hacerlo, que ya no vivía bajo su techo, Gabriel la hacía sentir como si hubiera acabado la lucha, como si tuviera que dejar de resistirse, como si, finalmente, tuviera que dejar la rebeldía a un lado para comenzar a disfrutar.

-Tu madre es linda-decidió acabar con el silencio, regalándole al hombre una sonrisa más calmada.

-Ahora que te tiene no va a dejarte en paz-Gabriel soltó otra risa, y durante esos segundos, Vanessa se permitió reír también.

Esa faceta relajada que le estaba mostrando la hizo sentir bien.

-¿Entonces no podré salir de aquí hasta mañana al medio día?-lanzó una broma para continuar con aquel ambiente cómodo que estaban formando.

El caballero rodó los ojos.

-Si por ella fuera no salieras de aquí hasta que llevaras tres bebés en los brazos.

El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora