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Aquella tarde pasó demasiado rápido para el gusto de ambos.

Había mucho que hacer antes de que llegara la noche, así que se dividieron los trabajos.

Vanessa aprovechó que Elly salió a dar un paseo con su prometido y tomó una de las valijas que guardaba en su armario. Un poco indecisa eligió una un tanto pequeña, y es que su cabeza aún estaba intentando procesa las palabras de Daniel al indicarle que tomara pocas pertenecías, pues él, al llegar a España, se encargaría de darle todo.

Era extraño, de pronto, sentir que aquello a lo que tanto le temía no podía ser tan malo.
Él la estaba haciendo recapitular. Ponía a su cabeza a pensar y la hacía sentir que a su lado, la felicidad era un sentimiento alcanzable.

Guardó varios de sus vestidos de viaje y le encargó al hombre las cosas que él también llevaría para acomodar todo en una sola valija. Después, cuando las aguas estuviera más tranquilas, volverían por todo lo que estaban dejando atrás.

Sabía que su madre aceptaría la union a regañadientes porque ya no quedaba de otra y sobre su padre, la verdad le valía un cuerno lo que llegara a pensar de aquello. Un hombre que condena a sus hijas a una vida de sufrimientos jamás viviría más de dos segundos en su mente.

El nerviosismo la comenzó a invadir al ser acariciada por esos pensamientos, pero finalmente logró perderse y aliviarse con el aroma que desprendía la ropa de Daniel, esa que necesitaba doblar para que todo cupiera. Era totalmente exquisito. Abrazó una de sus camisas y se permitió durante unos segundos ser débil ante ella, ante la sensación de tenerlo cerca, como si se encontrara en la estancia con los brazos extendidos, totalmente listos para fundirla en un abrazo.

Tres golpes en la puerta la distrajeron.

-¿Vanessa, estás lista para la cena?

Se estremeció al escuchar la voz de su madre del otro lado de la madera.

-Ammm...sí

Los nudillos de la marquesa volvieron a tocar con insistencia. Llevaba la mayor parte del día comportándose extraño, partiendo en el segundo que ella se probó el vestido de novia.

-Necesito que te apresures a bajar, ¿de acuerdo? Es importante.

Todo el cuerpo de la dama temblaba con ansiedad y panico. Ni siquiera sintió cuando la camisa cayó al suelo. Solo se limitó a cerrar rápidamente la valija y a guardar en ella todo lo que hacía falta.

Se volvió a escuchar la puerta.

-¿Me oíste?

-¡Sí, madre!

Una parte de su mente comenzó a alucinar, a imaginar a cosas, a sentir como si ella supiera que ocultaba algo, pero la verdad es que el rumor no pudo llegar a sus oídos porque nadie más lo sabía.

Estaba temblorosa. Era totalmente insensato lo que estaba haciendo pero a la vez era la cosa más cuerda que había aceptado, y es que en medio de todo el pánico que atacaba a su estómago, había un brillo de luz que se comenzaba a encender en su corazón.

La puerta volvió a ser tocada.

Vanessa saltó y tuvo que tomarse el corazón para que no escapara por su boca.

-¿Si?

La voz le salió un poco muda.

Pero en lugar de una respuesta la madera se abrió y unos ojos grises se asomaron a su encuentro.

El órgano volvió a su sitio mientras sentía como las piernas le comenzaban a temblar.

-¿Estas lista?-le cuestionó con la voz ronca.

El Pecado De Una Dama |La Debilidad De Un Caballero IV|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora