Capitulo 5

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Me gustan mucho los días lluviosos. No muchas personas saben apreciarlos. Para mi son especiales y siempre han sido mis favoritos desde niña.
Me gusta escuchar las gotas de lluvia sonando rítmicamente en el techo. Me gusta la humedad y el frío.
Los últimos tres días ha estado lloviendo tarde y noche. Hoy no es la excepción. Se han convertido en los días más tranquilos que he tenido desde que todo se volvió horriblemente oscuro en mi vida.

Así que ahí estoy, sentada en una silla cerca de la ventana de mi cuarto. Vestida con una licra y una sudadera que me queda demasiado grande; viendo como las gotas de lluvia mojan y empañan el cristal.
Le doy un sorbo a mi té cuando suena el teléfono.
No sé si contestar o no. Pienso que tal vez es Mónica queriendo saber de mi. No me ha llamado desde el otro día y quizás esté un tanto resentida.
Decido levantarme del asiento dispuesta a contestarle. Con vaso en mano camino hasta el escritorio y tomo el teléfono.
Es Tatiana quien llama.
Dejo el vaso a un lado con una mano que ha empezado a temblar levemente. Me armo de valor y contesto:

- ¿Hola?

¡Sarah! Que bueno que atendiste.

- ¿Está todo bien? - Pregunto alarmada al escuchar su tono de voz.

- Es Samy. Me parece que está teniendo un ataque de asma y no encuentro el inhalador.

- ¿No estaba en su mochila?

- No. Lo busqué y no había nada. Tampoco sé dónde está el de repuesto. Pensaba ir a la farmacia, pero no quiero sacarla con este clima...

Me acerco a mi mesita de noche y abro la gaveta. Ahí; entre un montón de papeles está mi inhalador de repuesto. Lo tomo y reviso las indicaciones y fecha de caducidad.

- Acabo de encontrar el mío. Te lo paso a dejar, ¿De acuerdo?

- Te espero aquí.

Camino hasta el armario dónde saco un par de tenis negras. Me las calzo lo más rápido que puedo. Tomo el teléfono, salgo a la sala, agarro las llaves y la cartera, reviso que todo quede apagado y salgo del departamento.
Escojo ir en taxi en vez de llevar mi auto. Hace muchísimo que no conduzco. Además es más rápido ya que todos los días pasan frente a mi departamento.
Casi de inmediato encuentro mi transporte. Le doy la dirección.
El auto comienza a avanzar por la húmeda calle, y mientras tanto un feo malestar se me va formando en el estómago.

Solo 5 minutos separan a mi departamento de mi antigua casa. Por eso rápidamente estoy frente a la entrada.
Es una casa de dos pisos, color beige por fuera, paredes blancas por dentro. Está ubicada a las afueras del centro de la ciudad. Es un lugar tranquilo dónde no hay muchas casas y que está apartado del bullicio.
Cielos... ¿Hace cuánto que no venía aquí?

Le pago al taxista y salgo corriendo para evitar mojarme mucho. Me arrepiento un poco de no haber traído una sombrilla. Varios mechones de cabello ya se me pegan a la cara en lo que cruzo el patio hasta llegar al corredor dónde ya Tatiana está esperándome.
Al igual que yo está vestida con una licra, y un suéter que a diferencia del mío; es bonito y le queda a la medida.

- Hola - Me limito a decir. Me falta un poco la respiración. No sabría decir si es por la carrera o por que estoy demasiado nerviosa.

- Hola - Contesta ella mirándome muy fijamente - Pasa.

Atravieso el umbral hasta la sala. Está exactamente igual a cuando me fui.
La mesa de centro con su florero, los cuadros en las paredes que pinté hace unos años. La pantalla plana en su mueble, los sillones grises acomodados en círculo.
Es en el pequeño de la derecha donde encuentro a Samantha.
Vestida con su pijama, está sentada con las piernas cruzadas abrazada a un conejo de peluche que no conocía.
Debe ser un regalo de Tatiana.
Está jadeando, lo cuál me asusta muchísimo, pero la escucho decir palabras. Está jugando, y eso me hace pensar que es un ataque menor gracias a experiencias previas.

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