Capitulo 8

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Es de noche cuando al fin decido sacar el auto.
Con movimientos casi frenéticos pongo a Samantha en su silla y le abrocho el cinturón. Ella está adormilada y no se percata mucho de mi arrebato.
Tengo que controlarme para no dar un portazo al cerrar la puerta. Rodeo el auto con pasos largos y entro en el asiento del conductor. Giro la llave y enciendo el motor.

Mientras conduzco voy pensando en las palabras de Arthur al teléfono:
"...Estuve examinando los papeles Sarah. Encontré algo en la segunda hoja, hay un párrafo en el que explica específicamente algo sobre infidelidad y negligencia de tu parte. Razón por la que Tatiana pide la custodia completa de Samantha..."

- Es que no lo puedo creer... - Murmuro.
Me arrepiento de no haber echado ni siquiera un vistazo a esos papeles.

Pienso en las palabras de Tatiana el día que la ví en casa de mi madre, "No le haré eso a Samy" Eso solo me hace sentir más furiosa. ¿Para qué me dice que no me la quitará si luego me hace esa jugada tan sucia? Ya era cruel enviarme los papeles cuándo aún estamos en duelo, ¿Y ahora esto?

- ¡Demonios! - Exclamo golpeando el volante.

Giro a la derecha y salgo a la autopista que lleva lejos del centro. Conduzco 15 minutos.
Pronto diviso el paisaje semi rural de mi pueblo. Diviso los pequeños edificios y las casas rústicas que ya están iluminadas en su mayoría.
Me toma otros 5 minutos llegar a la casa de mi madre.
Ella ya está esperándome en la entrada.

- ¿Sarah, que está sucediendo? - Me pregunta apenas apago el motor y me bajo del auto.
- Necesito que cuides a Sam - Es mi respuesta.

Abro la puerta de atrás y le quito el cinturón a mi hija. La tomo entre mis brazos y le cubro la cabeza con el gorro de su suéter. Ella se mueve un poco pero sigue adormilada.
Se la entrego a mi madre quién me mira con reproche.

- ¡Sarah Katrina!
- Mamá por favor... Ya no soy una niña. No tienes que decirme todo el nombre.
- ¿Y quién te crees para decirme lo que puedo o no decir? Eres mi hija y te puedo llamar como prefiera. Si tanto te molesta contesta mis preguntas.

Sonrío levemente al ver el coraje de mi madre. Me acerco a ella y le doy un beso en la mejilla.

- Tengo que ir a hablar con Tatiana. No puedo llevar a Sam. Es algo serio...
- ¿Qué tan serio es?
- No puedo contarte ahora mamá.
Le doy un beso a Samantha en la cabeza. Luego camino de vuelta al auto y saco la mochila con sus cosas. La pongo en el césped con suavidad.

- Me gustaría que ustedes dos se arreglaran.

No respondo nada. Me limito a sonreírle un poco y saludar con la mano a Mónica que ha aparecido en la puerta.

- Adiós mamá.

Subo al auto y emprendo el camino de vuelta.
Cuando estoy por llegar a mi destino un malestar se me forma en el estómago. Miro la hora, son las 7:28 p.m
Suspiro sintiéndome muy absurda.
¿Que harás Sarah? ¿Irás a hacerle una escena? ¿Es tu plan?
Poco antes de llegar a la casa me detengo en la orilla de la calle.
Puedo notar que está en casa ya que las luces están encendidas. También noto un automóvil blanco parqueado justo en la entrada.
No tengo que pensarlo mucho para saber que es el auto de Karen Miller.
El enojo me sube como una oleada.

- ¡¿Y me culpas de infiel a mi?! - Exclamo golpeando el volante con las dos manos. El enojo se convierte en tristeza, y la tristeza en lágrimas.
Soy consciente de que en verdad Tatiana quiere dejarme. Es real. Y no solo eso, también quiere quitarme a Samantha.
¿Esta en serio es mi vida ahora?
Me siento como si alguien me hubiera pinchado con algún objeto punzante mientras dormía.

Considero ir a la casa y gritarles a las dos sus verdades. Pero no lo hago. Solo me pondría como loca diría cosas horribles y quizás empeore todo.
Así que arranco el auto y doy la vuelta hacia mi departamento mientras seco mis lágrimas con una mano.
Pienso que es mejor que Sam se quede con su abuela.
Casi sin darme cuenta he llegado a mi bar de siempre.

" Todo era una experiencia nueva. Era increíble la sensación de felicidad infinita que me embargaba esos primeros días.
Solía pensar en el beso mientras estudiaba, mientras comía, o mientras hablaba con mis compañeras en el colegio.

Estuve contando los días para verte otra vez. Aunque hablábamos por teléfono casi siempre, no era lo mismo que verte en persona. Deseaba preguntarte si te sentías igual que yo; si era algo normal este sentimiento que era nuevo, pero de cierta forma familiar.

Pero no pudiste venir esa quincena, así que no pudimos hablar del tema. Siempre sentía tu ausencia cuando te ibas, pero esos días que no te ví, lo sentía muchísimo peor.
Solía llorar cada noche antes de ir a dormir.

Hoy ese hábito volvió a mí...

El fin de mes llegó, y con ello tu visita.
Llegaste un viernes otra vez.
Recuerdo haber estado en la hamaca cuando divisé el auto de tus padres a lo lejos.
La felicidad se había apropiado de mí. El automóvil se detuvo frente a la entrada y ya no pude contener mi emoción.
Me levanté de un salto y salí a tu encuentro.
Pero no saliste del auto. Extrañada; me acerqué y saludé a tus padres.

Tu madre abrió la ventanilla y me dijo que estabas enferma, que tenías un poco de fiebre y que habías vomitado al venir.
Preocupada miré el asiento trasero y ahí estabas Tat: acostada con un suéter blanco a modo de cobija. Estabas muy pálida y me sonreíste como para darme a entender que no era nada grave.

- ¿Qué te pasó? - Pregunté .
- Me enfermé - Respondiste con una risita - Un resfriado o un virus no sé. En la mañana estaba mejor, pero resulta que ya no lo estoy tanto.
- Deberías ir a un hospital - Te dije.
Luego recordé que tu padre era médico y eso me hizo sentir bien torpe.

- Ya tomé medicinas, pero aún no me hacen efecto del todo.
- Tatiana quería venir a saludarte - Me dijo tu madre con una sonrisa. - Por eso pasamos por aquí.

- Perdón por no poder quedarme.
- No tienes que disculparte. No es tu culpa.
Eso te lo dije con una sonrisa aunque por dentro me sentía muy triste. Quería decirte que no te fueras, que te quedaras conmigo. Te extrañaba y quería que estuviéramos juntas.

- Me alegra verte visto.
- A mi también - Dije talvez con demasiada sinceridad.

- Le dije a mis padres que me trajeran más que todo para esto. - Te incorporaste un poco para buscar algo en el asiento. Era una invitación. - Te invito a mi cumpleaños. Pude haberlo hecho por teléfono, pero quise dártela en persona.

Tomé la invitación, y te dejaste caer en el asiento. Entendí que era hora de despedirme y eso hice.

Si hay algo que recuerdo de ése día, es que tu madre pareció verme de una forma en particular. Era una mirada de agradecimiento y de aprobación.

Con el tiempo comprendí que ella me daba su permiso oficial para estar contigo.

Me pregunto... ¿Qué pensaría ella de mí ahora?
De seguro estaría decepcionada... "

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