Capitulo 13

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No recuerdo cuando fue la última vez que fumé un cigarrillo; quizás pasó en algún momento de la universidad, pero no estoy del todo segura. No puedo recordarlo, ¿Y en verdad importa?
Solo sé que he consumido prácticamente una cajetilla entera en cuestión de media hora como si mi vida dependiera de ello.
Que absurda ironía.

Las manos me tiemblan sin control, pero logro encender el que tengo en mi mano en este preciso momento. Le doy una calada y dejo escapar el humo lentamente mientras miro hacia el cielo.

Está completamente despejado y repleto de estrellas, la luna llena está en lo alto; iluminada y esplendorosa.
El viento frío me mece el cabello, los autos recorren la carretera, las personas caminan por las aceras enfrascadas en sus vidas completamente ajenas a mi pesar.
Todo es relativamente normal ¿No?

Pero no lo es, al menos no para mi.
Esas personas no saben por lo que estoy pasando, y si lo supieran no les importaría.
No saben que hay una mujer de 33 años de pie en el estacionamiento de un hospital, fumando sin control, alcohólica; enfrentando un divorcio, la pérdida de su pequeño hijo hace poco, y ahora: la muerte de su madre.

Siento un impulso de llorar, pero no lo hago. Me siento más enojada y confundida que otra cosa.
¿Porqué mi vida es así? ¿Porqué me suceden tantas cosas malas?
Nada tiene sentido... ¿Cuál es el punto de esto?
Estoy tan cansada de todo física y emocionalmente...

Debería estar con Mónica en este momento, pero prefiero estar sola.
Es curioso como la muerte afecta a las personas. Debería estar con ella y apoyarla lo sé, sin embargo mi primer impulso fue salir de la habitación dando pasos largos, con el sonido de la infernal máquina indicando que mi madre no había resistido el segundo infarto replicando en mi cabeza.

Sin darme cuenta me dejo caer, hasta quedar sentada en el frío asfalto del solitario estacionamiento, y entre caladas del cigarrillo miro como los pequeños insectos se remolinan alrededor de la luz en el poste frente a mi.
Es algo casi hipnótico y me hace entrar en una especie de trance.

¿Qué se supone que debo hacer ahora? ¿Qué sigue con mi vida?

Busco el celular en el bolsillo derecho de mi suéter y marco el número de Tatiana.
Siento el enorme impulso de querer llamarla y escuchar su voz. Eso es lo que necesito en este momento.
Lo escucho timbrar pero no contesta. La llamo de nuevo y no contesta. Una vez más vuelvo a marcar y después de cuatro timbrazos escucho su voz al otro lado.

-¿Sarah? - Su voz suena entre adormilada y confundida. Es una voz hermosa. Me limito solo a escucharla sintiendo como una oleada de calor me recorre el cuerpo. Es dolorosamente reconfortante - ¿Sabes qué hora es...?

Mi impulso de llorar se intensifica. Se me forma un enorme nudo en la garganta que no me deja tragar saliva. Cierro los ojos con fuerza y agarro el teléfono con las dos manos pues el temblor en ellas amenaza con dejarlo caer al suelo.
Me falta el aliento, y es ahí, cuando intento respirar que dejo escapar un sollozo.

- ¿Sarah?

Intento hablar pero las palabras no encuentran salida en mi boca. Ahora el temblor se ha extendido a todo mi cuerpo y me cuesta respirar por la opresión en mi pecho.
Con dificultad me voy incorporando hasta ponerme en pie y me aferro con al techo de uno de los automóviles con una mano mientras con la otra aprieto el teléfono contra mi oído haciéndome daño.

- Sarah... ¿No vas a hablarme? ¿Qué demonios sucede? - Hace una pausa - ¿Estás ebria? ¿Por eso me llamas a la una de la mañana?

- No estoy... No estoy ebria.
Al fin puedo hablar aunque con dificultad. Tomo una gran bocanada de aire mientras aún me aferro al auto. Me lleva al menos un minuto recuperar mi respiración normal y que los temblores disminuyan.
Tengo que hacer un gran esfuerzo para no perder el control.

- Sarah... ¿Estás llorando?
- Di-Disculpa por llamarte tan temprano, pero algo ocurrió Tat, y...
- ¿Qué sucede? ¿Estás bien?
- No... No estoy bien. Mi mamá Tat, ella, ella murió...

Pausa. Se siente extraño decirlo en voz alta, lo hace mucho más real, tanto que un nuevo temblor se apodera de mi acompañado de náuseas. Temo desmayarme y por eso me dejo caer en el suelo otra vez.

Las lágrimas me llenan los ojos. Las limpio con torpeza mientras lloro.
Tatiana no me dice nada, aunque la escucho respirar muy cerca del teléfono.
Pienso en lo mucho que me gustaría un abrazo suyo justo ahora.

- Sarah... De verdad lo siento. - Me dice al fin. Su voz suena triste y sé que es cierto que lo siente.

- Necesito que... Tat, ¿Podrías por-por favor quedarte con Sam mañana? No quisiera que estuviera en...en el funeral. Le va a afectar mucho... - Trago saliva - Sé que ya debería tenerla yo... Pero con esto...

- Tranquila. Yo la cuido.

Su voz dulce me tranquiliza un poco. Estoy tentada a decirle que la amo y que la necesito, pero no lo hago.
Me muerdo la lengua y me quedo ahí: patética, hecha un ovillo escuchando como Tatiana respira al otro lado de la línea.

- Sarah...
- Tengo que irme - Digo cerrando los ojos con fuerza - Adiós y gracias.

Cuelgo y me guardo el teléfono otra vez en el suéter.
De inmediato saco el último cigarrillo de la cajetilla y lo enciendo mientras me pongo de pie una vez más.
Los temblores me acompañan de camino de vuelta al hospital.

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