Capitulo final

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Tatiana

Después de la llamada de Mónica corro através de las calles lo más rápido que mis piernas me lo permiten.
Los tacones de verdad me dificultan el trabajo, pero no me detengo, aunque siento que en cualquier momento se me va a torcer el tobillo con cada paso que doy.

No sé cuánto tiempo llevo de un lado para otro, preguntando en bares y en los lugares que Sarah suele frecuentar pero no obtengo ninguna respuesta positiva.
Eso me está estresando.

Al cabo de un momento intento por todos los medios no permitir que el pánico se apodere de mí.

Estoy asustada, porque siento un malestar en el estómago y la horrible sensación de miedo no hace más que extenderse poco a poco através de mis venas como una enredadera.
No quiero pensar en lo peor.

- ¿No vas a cometer una locura, verdad Sarah?

Me obligo a detener mi andar para intentar sosegar mi corazón y mis pensamientos.
Soy consciente de que estoy en medio de una acera y que debo de tener un aspecto extraño; pues muchas de las personas que pasan a mi lado me miran de reojo como si temieran que yo fuera una especie de loca, pero es algo que la verdad no me interesa.

Inhalo y exhalo varias veces muy despacio para relajarme y concentrarme, cuando la respuesta a mi búsqueda llega a mi mente como una ráfaga.

Me lleva al menos 15 minutos en autobús para llegar a mi destino, pero sé que mi suposición fue acertada cuando la veo sentada, con las rodillas juntas frente a su pecho mirando fijamente la lápida de nuestro hijo.

El malestar en mi estómago no hace más que intensificarse.
No había puesto un pie en el cementerio desde el funeral, y ahora estoy aquí: mirando a mi esposa llorar frente a la lápida con el nombre de Daniel tallado en el frío mármol.

- Al fin te encontré...

Sarah se sobresalta y se vuelve hacia mí. Sus ojos azules están empañados en lágrimas y su nariz está roja.
Ella me sonríe, pero no es su típica sonrisa dulce; está repleta de tristeza y me provoca un nudo en la garganta tan sólo mirarla.

- Ya no tienes que hacer eso - Le digo al sentarme a su lado.

- ¿Qué cosa? - Pregunta con voz débil.

- Pretender ser fuerte para que yo no me moleste y así agradarme.
Siempre lo has hecho, desde niñas... Ya no lo hagas más... Por favor...

- Me atrapaste...

Sarah intenta reír pero solo termina llorando con más fuerza; escondiendo su rostro entre sus manos.
Yo paso mi brazo sobre sus hombros y la acerco más a mí ya que solo éso puedo hacer.

- Entiendo que quisieras divorciarte de mí. Soy lo peor de lo peor... ¿Porqué te casaste conmigo?

- Porque me enamoré de ti - Respondo sin dudar.

- Le grité a nuestra hija... Tat... Le grité. Le grité feo y ella me tuvo miedo... No sé... No sé en que momento me convertido en mi padre... ¿Cómo permití que eso sucediera?

- No eres tu padre - La abrazo con más fuerza - Eres muy diferente a él... No digas ésas cosas...

Sarah no deja de llorar y eso me rompe el corazón.
Sé que soy responsable de muchas de ésas lágrimas y la culpa me está carcomiendo.

- Ella me odia...
- Eso no es verdad. Samy no te odia, ni tampoco yo lo hago. ¿Me escuchaste?

La aparto de mi por un instante y con delicadeza la obligo a mirarme, tomando su rostro entre mis manos y limpiando las lágrimas con mis pulgares.

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