Capitulo 10

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" Recuerdo muchas cosas de tu cumpleaños 14.
En primer lugar tu casa. Era incluso más grande que la del campo. Siempre me encantó su jardín, espacioso y con aquel estanque lleno de peces de colores.

Recuerdo las mesas decoradas con manteles celestes, y las luces colgando en hileras sobre nosotros.

Recuerdo la comida, la música, el viento frío y los colores del atardecer mientras estaba sentada bajo aquel árbol.

Recuerdo como vestías: una blusa blanca, jeans negros ajustados y zapatillas bajas. El cabello suelto, los ojos maquillados en un tono oscuro y labial de un rosa muy tenue.

Recuerdo el montón de chicos y chicas que asistieron. En verdad tenías muchos amigos Tat.

Y lo que más recuerdo, es que me sentí muy mal en toda la celebración.

Había llegado temprano a tu casa. Así que al menos por un momento estuvimos juntas un rato.
Pero Tat, sabes que cuando comenzaron a llegar tus amigos, simplemente te olvidaste de mí.

Conforme esos chicos y chicas fueron apareciendo, entendí que yo estaba un poco fuera de lugar. Todos se conocían. Yo era la extraña.
Pensé que eran ideas mías, pero cuando quise socializar, me miraban despectivamente o solo me ignoraban.

Recuerdo haber estado a tu lado mientras y hablabas y reías con unas chicas, cuando Karen Miller con su impresionante cabello rubio me empujó al pasar.
Ví que te diste cuenta, pero no hiciste nada al respecto.

Me sentí herida, así que te dije que iba al baño. Tú asentiste y seguiste  hablando y riendo.

Pero no fui al baño, sino que atravesé el jardín y me senté bajo aquel árbol.

Ya estaba anocheciendo, pero desde ahí podía ver a los invitados.
Un grupito bailaba, unas chicas reían a carcajadas sentadas en el césped. Un par de chicos jugaban con una pelota y ví a una chica pelirroja tomar refresco cada cinco minutos.

Me sentía tan sola.
Ansiaba verte después de que te enfermaras, y creí que disfrutaría el celebrar tu cumpleaños; pero no fue así, solo fui consciente de lo diferente que era yo de todas esas personas.

Estuve ahí casi todo el tiempo. Me levantaba de vez en cuando por una bebida o un bocadillo y me volvía a sentar.

Nadie reparaba en mi, hasta que se me acercó un muchacho con frenillos y me ofreció una bebida alcoholizada.
Habían llevado de contrabando.

Aquello no era nuevo para mí. Crecí con un padre alcohólico; pero se suponía que los menores no debían beber. Era prohibido según mi madre y también lo decía mi educación religiosa así que le negué. Pero el chico insistió y al final lo terminé aceptando.
No lo tomé al principio. Después lo haría.

Conforme el tiempo fue avanzando, más alocado se puso todo. La música sonaba muy alto, las risas eran histéricas, había gritos y casi una pelea.
Yo me preguntaba que pensarían tus padres de todo eso. Ellos no estaban presentes.
Yo sabía que no hubieran aprobado esa locura.

No sé cuánto tiempo estuve ahí sentada viendo la diversión. Ya había pasado mucho rato que no te veía así que quise salir a buscarte.
Me levanté, me sacudí el pantalón y agarré el vaso con alcohol en mi mano derecha.

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