El día está sumamente caliente.
O quizás soy yo la que tiene fiebre y no me doy cuenta. La verdad es algo que no me interesa.El estar encerrada en la habitación con las cortinas cerradas, el ventilador apagado y el estar acostada en la cama con las cobijas hasta la cabeza, no le ayuda en nada a mi estado de salud después de mis ininterrumpidos momentos de bebida en estos días.
Mi aspecto es deplorable. Soy consciente de lo patético que es mi comportamiento, pero no encuentro otra manera de sobrellevar todo lo que ha sucedido y sucede en mi vida.
Estoy llegando a mi límite.Cuando me arrastro en la cama, (literalmente) hasta caer en el suelo con un duro golpe, me siento como el ser más pequeño, desagradable e inútil en todo el mundo.
Me lleva una eternidad llegar al baño ya que me estoy deslizando por el suelo, y para nada, porque me doy cuenta de que me he orinado encima. ¿Alguna vez estuve tan ebria como para sucederme esto? No puedo recordarlo...
En serio soy patética.Boca arriba; en el frío suelo del baño, comienzo a llorar.
Últimamente lo hago todo el tiempo, a cada momento y aveces sin razón alguna. Es como si no pudiera escapar de este sentimiento de desolación y tristeza. Es algo permanente e insistente que solo se calla cuando estoy inhibida por el alcohol.
¿Cuánto tiempo ha pasado? ¿Que día u hora es? No tengo ni la más mínima idea.- Sarah...
Muevo mi cabeza hacia un costado. Mis ojos llorosos no me permiten distinguir a la persona, aunque me parece que es una mujer. Supongo que será Mónica.
Espero sus reprimendas y quejas, pero cuando la figura vuelve a hablar, no es su voz la que distingo.
Es la última persona que debería verme así.- ¿Tatiana?
- Santo cielo... Ven aquíMe imagino que hace alguna especie de pirueta para no pisarme al caminar ya que estoy tapando la entrada al baño.
Siento su presencia cerca de mi cabeza. Con cuidado me alza hasta que quedo sentada y con la misma dedicación me toma por los brazos y me arrastra hasta que quedo a la par de la bañera.
Me quedo ahí, mirándola, sin dar crédito por lo que veo.
Temo estar alucinando, pero ella se ve bastante real.
Alzo mi mano derecha hasta rozar una de sus mejillas. Es real.
Darme cuenta de ese hecho solo me hace sentir más tristeza, así que vuelvo a llorar, perdiendo totalmente lo que me queda de dignidad si es que alguna vez la tuve.Ella no me dice nada y lo agradezco. Con una ternura que no había vuelto a ver, me ayuda a incorporarme hasta quedar dentro de la tina.
No puedo dejar de llorar, incluso cuando con mucho cuidado Tatiana me quita la blusa y luego el sostén. Por un absurdo momento tengo el impulso de cubrirme, pero pienso que ya he estado desnuda frente a ella antes, así que me quedo así: descubierta, llorando como una niña pequeña mientras Tatiana con paciencia y dedicación se empeña en quitarme el pantalón que mojé.
Cuando al fin logro calmarme, me encuentro sentada, con el agua fría cayendo sobre mi cabeza y resbalando por mi cuerpo desnudo, mientras Tatiana sin palabra alguna, me lava el cabello con shampoo y luego limpia el desastre en el que convertí el baño.
La miro de reojo entre tanto y tanto al pasarme un poco de jabón sobre la piel.
Ella está sumamente concentrada en su labor, pero hay momentos en que repara en mi, y puedo observar en sus ojos verdes que no hay ni una pizca de odio ni de desprecio.
Una vez más me cuestiono si será real.- ¿De verdad estás aquí? - Me escucho preguntar mientras al mismo tiempo me abrazo las rodillas.
- ¿A ti que te parece? - Pregunta ella a su vez recogiendo mi ropa en un solo montón. Al darse vuelta me mira fijamente a los ojos.
Yo aparto los míos; avergonzada.
- Pareciera que sí...
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Nuestra historia
RomanceSarah Wexler es una mujer que enfrenta el divorcio inminente de la mujer que ama, y con su problema de alcoholismo, no sabe como sobrellevar la vida que ha dado un giro de 360°. Para encontrar cierto consuelo, plasma su historia de amor en una libre...