Capítulo XI: Desnuda.

7 1 0
                                    

Al sonar el timbre se inciaba una competencia, entre Salomé y Ana para ver quién encontraba primero a Eduardo, siempre ganaba Salomé, pues o lo encontraba en la azotea, o se iba antes de que Ana lo asechara, él ya había encontrado en modo de escabullirse sin que lo viera a pesar de estar en el aula contigua.

Este día no fue la excepción, Salomé tomó sus cosas y subió a la azotea, tenía puesto unos jeans negros y una blusa tallada, no carba chaqueta ya que esta colgaba de su bolso, por lo que bella silueta se notaba mucho.

- Salomé, empezá a sentir que no vendrias hoy.
- Como perderme de tu excelsa compañía.
- Se oye a sarcasmo, pero se que lo dices enserio.
- Cree lo que quieras, ¿que haces hoy acá?
- Sobre todo pensando, eso de no tener memoria es un lío.
- Lo imagino.
- Y tu ¿que?, ¿a qué has subido?
- La vista, es magnífica, ¿en qué piensas?
- En un proyecto.
- ¿Sobre?
- No querrás saber, pero te he pansado para él,
- ¿Ahora dime?
- Un desnudo.

En ese momento se dio cuenta de que no sólo ella, sino que él destino también quiere hacer que la historia se repita. Vino a su memoria ese mismo momento, pero cuando ella tenía 17 y el 23, cuando apenas se conocían, y ni amigos eran, cuando ella aún no sabía ni que lo amaba.

- Enserio, y ¿Dónde entró yo en eso?
- Serias la modelo.
- Porque no Ana, se que ella se desnudaria por ti, a la primera que se lo pidas.
- ¿Porque dices eso?
- Porque se nota.
- Ya, pero no, te prefiero a ti, eres mas bella que cualquiera en esta ciudad.
- Gracias.
- De nada, bueno pero dime que piensas.
- Nada, estás loco.
- Lo sé es solo una idea mía, debo irme ya, ¿Te quedas?
- Si, me quedaré un rato más.
- Bueno, adiós y perdón por la osadía.
-  Descuida adiós.

Al ver que ya no estaba cerca, Salomé sonrió de alegría, se sentí en el suelo, no podía creer que todo volvía a pasar, su que ella ya no tiene 17, sintio las mismas cosquillas por la propuesta, no podía creer que su plan se estuviera consumiendo sólo. Que el destino los haya ello tan perfectos el uno al otro que esto realemente pasará.

Salomé se quede ahí un par de minutos más viendo el atardecer y la vista que tenía esa azotea, sin saber que el destino tenía el mismo plan que ella.

Salomé 3: La historia de un amor que no fue. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora