Capítulo XVI: La Noche Decisiva.

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Confundido y atormentado por los últimos sucesos salió corriendo el bar de poesía, busca otro lugar donde está donde huir, entre su carrera se topo con Ana, la cual casi cae revirada al concreto, Eduardo al verla vio la salida, si continuaba siendo el mujeriego todo desaparecería de su mente.

Para su fortuna Ana vestía una falda negra corta, y brillante tacones blancos y una blusa diminuta, parecía orquestado por el deseo, ella al verlo se acercó a él.

- ¿Estas bien?
- Si, disculpa. Dijo agitado.
- No importa, ¿quieres venir conmigo?
- Claro.

La mujer lo tomó de la mano y fueron a departamento donde vivía, el destino era cruel sin duda para Eduardo, la joven vivía en el edificio aquel, en el cual se situaba su viejo departamento. Al entrar ella lo llevo justo al departamento que no quería, estaba totalmente distinto, pero se sentía la misma vibra que había el día que lo visitó, luego de salir del hospital.

- ¿Eres la dueña?
- No, lo rento.
- Y conoces al dueño.
- Si y es dueña, una mujer llamada Celeste me lo arrenda.
- Tienes Alcohol.
- Si, en ese mini bar, por eso lo escogí, tenía ese mini bar ya construido.
- Claro.
- ¿Que quieres?
- Un Whisky.

Luego de eso empezaron a beber, el creia que así la sensación extraña se iría. Cuando terminaron la primera botella, ella se puso de pie, y sin pena y con mucha firmeza dejó caer su blusa y su falda, quedando en tacones y lencería frente a Eduardo. Se fueron a la cama donde entre toqueteo el termino sin camisa y su pantalón desabrochado, ella se terminó de desvestir, sus senos grandes resaltaba de su figura, su cadera era grande y su parte mas íntima se veía impecable.

En ese momento le retiro a Eduardo el pantalón y los besos y los toqueteo siguieron, Ana conseguirá lo que deseaba estar con Eduardo, el cerro los ojos y empezó a tocar más el cuerpo de ella.

Cuando menos lo esperaba en su mente vio un cuerpo distinto al que sentía, los tacones blanco eran negros en la mente de Eduardo, pechos masa pequeños que los que sentía, pero más hermosos, cintura más fina pero que finaliza en una cadera expectacular, una piel distinta, en su mente bajo y vio unas piernas más largas y delgadas pero perfectas.

- Salomé. Grito con tanta fuerza que cayó de la cama.
- ¿Que has dicho?
- Salomé. En su mente por la forma de las piernas sentía que el cuerpo que imagino fue el de Salomé.
- Vete de aquí. Grito Ana mientras tiraba la ropa de Eduardo en su cara.
- Disculpame.

Al salir su mente no entendía como si nunca había visto el cuerpo de Salomé era tan claro, esta confundido y a medio vestir, las cosas eran tan confusas; vino a su mente las charlas en la azotea, el día que la tiro y como se encelo por el tipo. Se fue a su casa se tiro a la cama he intento dormir con todas las contradicciones qeu lo ponían a pensar una y otra vez en Salomé.

Salomé 3: La historia de un amor que no fue. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora