Capítulo XXVIII: Aceptó.

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Llego el día, en la recepción la mayoría de invitados eran conocidos de Salomé, y su familia, Eduardo carecía ya de familia y no digamos amigos, entre los invitado se podía ver a Salomé que aunque sabía que el no recordaba quien eres, debía estar ahí para su amigo.

La Boda es en medio del parque, hicieron lo imposible para obtener los permisos en tan poco tiempo. Todo estaba listo, el sacerdote al frente, en ese lugar estaba Eduardo, el poeta, vestía un saco y un pantalón negro y una camisa blanca, un corbatin y sus gafas parecían nuevas las limpio de tal manera que brillaban se veía deslumbrante, en ese momento, entró Salomé escoltada por su padre.

Tenia un vestido estraple blanco, con muchos brillos y un gran moño en el espalda, justo ahí, en su cintura el vestido pegado a su cuerpo, se quebraba en la campana que era el resto de su vestido, parecía sacada de un cuento, un velo de tul, que a pesar de cubrir su rostro se veía la hermosura la cual ella tenía.

La ceremonia fue una ceremonia típica de boda, lecturas, palabras del sacerdote, y todo; pero para ellos, era su momento único, se estaban uniendo para siempre.

- Salomé aceptas a Eduardo como tu esposo.
- Si lo aceptó.
- Eduardo aceptas a Salomé como tu esposa.
- Si lo acepto. Dijo mientras sacaba lágrimas de sus ojos.
- Los declaró marido y mujer, y lo que unio Dios no exista hombre que lo separe.

En ese momento la beso, con la ternura y el amor de quien encontro al fin su camino a su amor. Voltearon a ver después del beso a la gente y levantaron las manos unidas, todos se pararon y aplaudieron. Algún Salomé y su poeta estaban donde debían estar.

Al cabar la ceremonia pasaron a un salón, la fiesta fue buena, bailaron mucho, Salomé lo hacía con tal naturalidad pero el poeta lo hacía muy torpemente. Comieron y rieron m, dieron una vuelta para saludar a cada invitado. Cuando llegaron con Celeste se dieron un gran abrazo con el poeta. Ya para acabar el dijo sacó un papel y dijo.

Solo quiero que sepas que te amo y que te entrego todo mi corazón, corazón que quiere escuchar la música de tu alma, la que sale de tus manos gracias a los instrumentos que tocas. Amo verte feliz y me duele tu tristeza.

- Esto lo escribí antes de la boda y creo que debia compartilo con todos, para que sepan lo que me hace sentir esa mujer.

En ese momento Salomé lo beso y lo abrazo fuerte mente, sin saberlo reescribió, un fragmento de la carta que le había dedicado, la que estaba al final del cuaderno que su padre le regalo.

Salomé 3: La historia de un amor que no fue. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora