Capítulo 36. ¿Y ahora que?

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Me desperté y me preparé para llegar puntual a mi cita con Ana, si es que se podía llamar así. No sabía qué iba a pasar ni si, unas horas más tarde me iba a arrepentir de lo que iba a suceder, pero tenía claro que me prefería arrepentirme de hacer algo a arrepentirme de no hacerlo. Y suerte que fue así. Me puse algo cómodo y qué abrigase, porque yo, juraría que no había vivido un invierno tan frío jamás. Quizás por la costumbre del calor en Miami, mi cuerpo ya no toleraba tan bien el frío invernal de Madrid. Me despedí de los chicos, me puse la chaqueta y bajé a la calle. No pude evitar pensar en la noche de fin de año cuando pise la acera y vi el bar, ahora cerrado, delante de mis ojos. Pero enseguida quité ese recuerdo de mi cabeza, ese no era el momento de pensar en eso. Seguí mi camino, por las calles de Chueca, no llovía, pero el suelo estaba mojado y el sol parecía que iba a salir después de una semana entera de lluvias torrenciales. El olor a mojado, era algo que me gustaba, me daba paz y me calmaba respirar el aire fresco que quedaba en el ambiente después de la tormenta. Así que, cuando llegué a casa de Ana, después de andar 20 minutos, sin prisa, estaba completamente relajada para enfrentarme a lo que fuese a suceder. Así que llamé al timbre y subí hasta el piso.

- Hola -dijo Ana algo tímida desde la puerta de su casa cuando aún estaba subiendo los últimos peldaños.

- Buenos días, ¿qué tal? -la saludé dandole dos besos sin ni siquiera pensar en si debía hacerlo o no. Dejé mis cosas en el recibidor, tal y como había hecho las últimas veces y entramos hasta el salón. Ana preparó los cafés mientras cruzábamos un par de palabras sin importancia.

- ¿Y Mía? ¿Ya ha empezado el cole? -pregunté inocentemente para romper el hielo al notar que había algo de tensión en el ambiente.

- Bueno... -dijo Ana mientras metía una de las cápsulas en la cafetera- Estoy algo preocupada, por lo de su padre -dijo sin dar mas explicaciones.

- ¿Ha pasado algo? -pregunté.

- Nada que no sepas ya -respondió- Lo de siempre, pero da igual... -dijo dándome a entender qué no quería hablar del tema.

Ambas llevábamos un buen rato removiendo el café con un silencio mas que incómodo mirándonos la una a la otra y deseando que una de las dos lo rompiera de inmediato. Volvíamos a parecer dos crías, con poco o más bien nada de idea de la vida, que estaban esperando a que, por arte de magia, las cosas se arreglaran sin hacer nada. Pegué un trago de mi café antes de decidir abrir la boca y romper el silencio.

- Yo... -dije buscando las palabras dentro del nerviosismo que había en mi cabeza.

- Espera -dijo Ana- Déjame a mí primero -asentí con la cabeza y dejé que fuese ella quien pasase el mal trago de abrir ese melón- No debí irme sin decir nada, no me di cuenta de lo que estaba haciendo, pero es que me dio apuro despertarte y llegaba tarde.

- Da igual -dije disculpando a Ana, pues no quería remover las cosas que ya habían quedado en el pasado y al fin y al cabo eso era una tontería.

- Déjame acabar -me dijo Ana- por favor. Sé que he estado un poco distante estos días, pero te juro que no me arrepiento de nada de lo que pasó -continuó Ana con los ojos humedecidos- Lo siento por haberla cagado tantas veces y por todo el daño que te haya podido hacer, pero te juro que esta vez es de verdad, estoy dispuesta a llegar hasta el final.

- Ana -dije un poco apenada al ver lo mal que estaba. La verdad que me sorprendió y me enfadé un poco conmigo misma por haber sido tan egoísta de pensar de que ella solo estaba jugando conmigo, aunque no le hubiese dicho nada a ella. Me acerqué a ella de inmediato para darle un abrazo y apartarle las lágrimas que recorrían sus mejillas a gran velocidad- No sé por que dices todo esto -dije yo también algo emocionada- Pero ¿Por qué somos tan tontas? ¿Por que estamos llorando? -dije dejándole un beso en la frente a Ana.

- No lo sé -dijo Ana riendo mientras, a la vez, lloraba- Pero lo necesitaba -admitió.

- Venga -dije mientras me tragaba mis lágrimas y le retiraba las últimas que le quedaban a Ana en el rostro- Ya está -Ana me sonrió y le devolví la sonrisa.

- Te quiero -dijo besándome en los labios.

- Y yo -dije devolviéndole el beso, aún más apasionadamente. Fue un beso largo pero sincero. Cuando por fin nos separamos buscando algo de oxígeno, Ana se levantó de la silla en la que estaba sentada, se quitó la camiseta y me invitó a hacer lo mismo.

- Vamos a la habitación mejor -le propuse al ver que estaba dispuesta de terminar lo que ya habíamos empezado allí mismo. Ana se levantó y recorrimos los escasos metros que había del salón a la habitación mientras nos quitábamos, dejando por el suelo, la ropa que nos sobraba en aquel momento. Cuando entramos a la habitación, nos dejamos caer encima de la cama, ya solo vistiendo la ropa interior, y empezamos a acariciarnos todo el cuerpo. Me encantaba tocar la melena morena de Ana, me podía pasar horas enredando mis dedos en sus rizos, o en su defecto, su pelo perfectamente planchado. Sin duda esos momentos de complicidad antes de, eran mi parte favorita, y la suya también, por eso nos podíamos pasar horas en ese escalón antes de pasar al siguiente nivel. Pero esta vez, fuimos rápidas, quizás por el chute de energía que nos había entrado a las dos de repente, o tal vez por que sabíamos que el tiempo que teníamos no era infinito y que después de aquello teníamos una conversación que habíamos dejado pendiente unos segundos atrás. Fue por eso, que esta vez, mis dedos se entretuvieron poco tiempo en el pelo de Ana y se deslizaron rápidamente por su torso, al igual que lo hizo su suave mano a lo largo de mi abdomen, hasta llegar al interior de mi ropa interior y culminar en apenas unos minutos. Cuando terminamos, caímos de nuevo rendidas en la cama. Nuestras respiraciones, que iban perfectamente coordinadas retumbaban fuertemente por las paredes de la habitación, aún intentando recuperar el aliento.

- ¿Y ahora qué? -pregunté una vez toqué de pies en el suelo.

Tiempo Perdido | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora