Capítulo 56. Vacaciones en familia (Día 3)

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Hacer un picnic en mitad del campo nos pareció una buenísima idea, o por lo menos de primeras. Era el plan perfecto para pasar un día diferente, rodeadas de naturaleza y respirando aire fresco. Tal y como había prometido me tocó preparar la comida antes de empezar nuestra excursión, así que decidí levantarme la primera y empezar a pelar patatas. Estuve unos minutos en silencio a sabiendas de que la pequeña Mía bajaría a darme los buenos días en cualquier momento, y así fue.

- Buenos días ¿eh? -le dije al ver que entraba a la cocina sin decir nada y es que por las mañanas esa niña era una persona completamente distinta sin ni siquiera ganas de tener una interacción social.

- Buenos días -respondió con una vocecita de dormida- ¿Y mami? -preguntó.

- Pues durmiendo.

- Ya... -dijo la pequeña al no verse nada sorprendida por la respuesta, pues Ana era aún más dormilona que ella y a no ser que tuviese obligaciones se quedaba en la cama hasta bien entrada la mañana. No le dije nada más a Mía porque sabía que no le apetecía hablar y por unos minutos al día que ocurría eso, no la iba a forzar a hacerlo. Ella misma se animó al oler las patatas fritas mientras se hacían en la sartén- ¡La tortilla! -dijo al recordar cuál era el menú del día- ¿Puedo? -dijo acercándose peligrosamente al fuego.

- ¡Mía! -dije pegándome un susto a mí misma- Cuidado que te vas a quemar -le advertí mientras me miraba algo confundida.

- Que no me quemo Mimi, eres una exagerada -me replicó.

- A ver -dije quitando la sartén del fuego- Apártate -continué abriéndome paso en la cocina.

- Me habéis despertado -dijo Ana que justo había aparecido en la cocina.

- Buenos días ¿eh? -respondí mientras escurría el aceite de las patatas.

- Buenos días amor -respondió Ana que se acercó a mí para darme un beso.

- ¡Quema! -chilló Mía que había necesitado menos de un segundo para ir directa a las patatas. Me giré para ver a la pequeña mientras sufría con la boca abierta intentándose comer la patata recién salida del fuego.

- Te lo mereces -dijo Ana riéndose, y la verdad, es que me leyó el pensamiento. La pequeña, sin decir nada, volvió resignada a la mesa de la cocina dónde hacía unos minutos estaba tomando su desayuno.

- ¿Qué tal has dormido? -le pregunté a Ana continuando la conversación que Mía había interrumpido.

- Genial -respondió- Hacía días que no dormía así de bien -añadió.

- Por algo será -dije con una risa tímida.

- ¿Tu espalda mejor? 

- Algo así -respondí- pero aún me duele a ratos -añadí.

- Poco a poco, ahora no tires por la borda el trabajo hecho ¿eh? -me advirtió.

- Que no -respondí un poco molesta de que siempre me riñese, aunque sabia que era por mi bien- ¿Quieres un café? -le pregunté.

- Sí -respondió- Pero ya me lo hago yo -dijo viendo mis intenciones- ¿La tortilla como va? -me preguntó mientras preparaba la cafetera.

- En un ratito ya estará -le dije mientras iba hacía la nevera para coger los huevos.


⏳⌛⏳


No tardé mucho en terminar la comida, y después de recoger un poco la casa, emprendimos nuestro camino hacía los prados verdes que rodeaban el pueblo. Tenía una conexión especial con el campo, sobretodo con ese, y estar rodeada de tanto verde no me quitaba ni un segundo la sonrisa de la cara. Fue algo improvisado, pues ni siquiera teníamos un mantel para tirar al suelo, y en su defecto usamos las toallas de piscina. Hacía un día espectacular, el sol brillaba con fuerza y parecía más verano que el inicio de primavera. Después de que Mía jugara, nos encontrasemos el cabritillo de nuevo y nos hicieramos una sesión de fotos de lo más completa, comimos sin prisa, disfrutando de cada bocado y de nuestra compañía, riendo las ocurrencias de Mía y escuchando los pájaros cantar.

Tiempo Perdido | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora