Capítulo 57.

1.2K 173 93
                                    


El cumpleaños fue más o menos normal. Luego de un rato con Amelia en mis brazos, y otro con ella en un corral jugando, el malhumor que me había invadido desde la comunicación con Josh se había esfumado por completo.

Dejé que la niña jugara con otros niños y con su tía Eva y me senté a compartir con los muchachos. Era un cumpleaños así que la comida eran sándwiches de migas, pizza, hamburguesas, papas fritas, maní, gaseosa... el paraíso. Amaba los cumpleaños y más porque nunca había tenido alguno así.

Mamá se había esforzado en hacer lo mejor que había podido pero mis cumpleaños siempre eran una torta poco atractiva a la vista (de gusto siempre estaba muy bien), un par de globos y algunos pastas dulces caseras. Nada salado y yo amaba lo salado, porque no alcanzaba, nunca alcanzaba.

Al cumplir los 12 años le dije a mamá que no quería fiesta. Hacía un tiempo que papá no estaba por ahí y para ese entonces yo aún no sabía porque. Simplemente no tenía ganas de hacer algo y mamá no tenía mucho dinero tampoco. Se puso un poco triste, me dijo que no tendríamos una fiesta pero que ella haría una torta para mí. Asentí para complacerla y tuvimos una tarde en familia. Nada espectacular pero no estuvo mal tampoco.

Luego de eso, eventualmente, mamá dejó de esforzarse y nunca más hizo una torta, porque yo no regresaba en una semana cuando ese día llegaba, me iba por ahí a festejar un día tras otro hasta que Lucas iba por mí, me regañaba y me llevaba de vuelta. Claro que siempre llegaba tarde. Él podía encontrarme fácil, podía encontrarme el mismo día de mi cumpleaños, pero él simplemente me dejaba uno... dos... tres... siete días. Nunca le pregunté porqué, pero era algo que siempre me había llamado la atención.

—En serio te ves deprimido —avisó Ignacio sentándome a mi lado. Lo observé volviendo de mis recuerdos y le sonreí de costado. —Oh... ¿Qué sucedió? Cuéntame.

—El curioso en esta relación —dije uniéndonos a él y a mí con un dedo —soy yo. Así que no te diré, aunque claro que no pasó nada.

—Claro... —dijo llevando sus ojos a Amelia que gateaba junto a otro bebé. Frente al corral vigilaba tranquilamente Nano junto a una joven mamá.

—¿Y ustedes? —quise saber recuperando su mirada. —¿Ustedes están bien?

—Cómo siempre supongo —suspiró recostándose sobre la silla y moviendo su cuello de un lado para otro. —En serio, no te enamores. No es tan maravilloso como lo pintan.

—¿No? —quise saber confundido. ¿No estaba todo bien entre ellos?

—No es horrible tampoco, tú sabes, pero —se encogió de hombros largando un fuerte quejido.

Me puse de pie y me acomodé tras él para apretar sus hombros. Él en serio estaba tenso. Cerró lo ojos y largó un relajante quejido.

Fue gracioso cómo la mirada de Nano se movió inmediatamente a nosotros cuando el sonido salió de la boca de Ignacio. Le sonreí amable antes de volver mis ojos a Nacho que se recostaba sobre mí masaje.

—¿Pelearon? —consulté curioso.

—No... bueno, no es como si fuera una pelea —dijo pensativo. —Soy yo siendo insistente con él cuando parece que no le gusta mucho que le esté encima todo el tiempo... nada importante, tú sabes, supongo que mi intensidad lo agobia.

—Oh... eres el meloso de la relación ¿No es eso lindo? —consulté burlón provocándole una dolorosa carcajada. En serio estaba muy tenso.

—Y tú ¿Desde cuando eres masajista? —consultó Nano parándose frente a nosotros con sus brazos cruzados sobre el pecho. Oculté mi sonrisa mordiendo mi labio inferior y esperé a ponerme serio para responder, no quería que me echaran del lugar.

Tarde Pero SeguroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora