Capítulo 5: El llanto del Hielo Rojo

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Tras el entierro de Rayji estaba destrozado. Quizá, el estrés que acumule por bloquear mis sentimientos durante tantas horas acabó por destrozar mi salud mental. Me encerré en mi cuarto y no quería siquiera levantarme de mi cama.

Leryac al ver mi depresivo estado de ánimo, dejó de ser tan chinchona como de costumbre y durante unos días adopto una actitud un tanto amable. A diario me iba a comprar los donuts de mermelada que tanto me gustaba desayunar, aun que, por supuesto pagaba con mi dinero.

Tras unos días en los que incansablemente la chica pelirroja intentaba inútilmente que recobrara el ánimo, llegaron Akaji y Tsuki de la misión que les fue asignada. No tardaron en enterarse de lo sucedido en Útopia y me vinieron a visitar más de una vez. Incluso una de ellas, Akaji tubo la ''suerte'' de encontrarse a Leryac portando solo una toalla como vestimenta pues acababa de salir de la ducha. Tremenda bofetada se llevó.

Tsuki por alguna razón cuando venía a visitarme no decía nada, se limitaba a sentarse cerca de mi cabeza y delicadamente acariciaba mi pelo.

Así pasaron cerca de un par de semanas. Un día sin ton ni son, mientras mi compañera de cuarto se cambiaba en el baño. Aproveché para levantarme y rápidamente me cambié con el fin de dirigirme a clase de una vez.

En cuanto escuchó la puerta, Leryac salió despavorida del lavabo.

-¿Eiji?- Dijo alzando la voz mientras me buscaba con la mirada por toda la habitación.

Mientras campante andaba por el pasillo con los brazos cruzados tras mi cabeza , un estruendo sonó tras de mí. De un patadón, la chica abrió la puerta de nuestra habitación aún iba un poco desarropada llevaba la camisa llena de arrugas y la falda torcida. En cuanto me vio exclamó:

-¿¡Eiji?! –

-El mismo...- respondí con cara de sorprendido por el numerito que estaba montando la pelirroja.

Por alguna razón que hoy en día aun desconozco, Leryac se abalanzó sobre mí y me abrazó en medio del pasillo. A mi cara de besugo se le sumó un tono rojizo pues estaba muy nervioso por dicha situación.

Titubeando por lo que sucedía le exigí -¡Pe pero suelta! ¡Que estamos en el pasillo no quiero que nadie malinterprete nada!

La cara de babuino se me quitó rápido pues tras abrazarme me tumbó al suelo de un buen puñetazo en mi mejilla. Aun que ella no salió indemne, a causa de mi habilidad de nacimiento no se rompió la muñeca de milagro.

-¡Pedazo de trozo de mierda! ¿Sabes cuánto he tenido que aguantar al mega desgraciado de tu amigo Akaji que va más caliente que un microondas y a la zorra de la pija peliazul que va d niña buena pero lo único que hacía era sobarte todo el día sin parar? ¿¡Casi dos semanas pasando por semejante calvario para que te pires sin decir ni gracias?!- Gritaba enfurecida Leryac mientras se agarraba la mano con la que me atinó el puñetazo pues aun le dolía.

Aun tirado en el suelo y sin entender nada respondí: -Leryac... no me digas... ¿Eres Tsundere?-

Ella se puso toda roja, no sé bien si por vergüenza o enojo y empezó a pisotearme sin parar mientras me llamaba de todo. Yo sin embargo, no hacía más que reírme al ver su reacción.

Cuando se cansó de torturarme me ayudó a levantarme teniéndome la mano.

-¿Dónde ibas, Eiji?-

-Pues está clarísimo.- Respondí con una sonrisa de oreja a oreja. –A entrenar.-

Llegué a mi aula, dónde mis compañeros me recibieron como un héroe, me alababan por haber salvado una ciudad de la ruina en la que se encontraba. Incluso el profesor de historia, a quien por cierto no le caigo en gracia... me felicitó haciendo un extravagante gesto con la mano mostrándome así un pulgar arriba.

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