21: Borracho

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Suspiró otra vez, sintiendo el aire que entraba en sus pulmones demasiado frío como para ser placentero. Como polvo congelado que le entraba en la garganta y se deslizaba desgarrando todo a su paso. Comiéndose sus palabras y dejándolo tieso en su sitio porque le cortaba la respiración muy mal.

Abrió la boca, intentando que el oxígeno se colara y fuera menos castigador en su abrazo. Inútilmente se dio un suave golpe en el pecho, tosiendo los rastrojos de atrevimiento que pudieran haberle quedado milagrosamente.

—¿Qué hice? —Habló a las estrellas, mirándolas distraídamente.

El centro casi vacío recibió su pregunta, demasiado pretencioso como para responderle y JiMin se sintió hundido en resquebrajado arrepentimiento; una grieta que se hacía más grande con cada respiración inestable, con cada entrada de aire gélido.

Su revuelto animal se estremeció y dejó de correr también. Estático en las profundidades de sí mismo. Perturbado.

JiMin no supo coordinar su alrededor, teniendo el aliento atascado en la garganta y los pies pesados como plomo. Un vértigo escalofriante aminorando sus pasos mientras se dejaba llevar por la abarrotada calle de Busan; esquivando personas pobremente.

Sus reflejos dormidos, haciéndolo chocar unas cuántas veces, caerse otras. Borracho.

JiMin se sentía borracho de locura.

Y no era estúpido, pensó. No era tan estúpido como para creerse todo este circo destinado a engañarlo, pues era demasiado esfuerzo y alguien le había dado un sabio consejo sabiendo que algo malintencionado iba a sucederle. Además, ¿No era mucha casualidad que esas chicas se hayan sentado justo detrás de él? ¡Qué oportuno que la invitación de boda quedara justo a sus pies! No era, realmente, algo que una persona con algo de razonamiento pudiera tragarse.

Sin embargo, lo que tanto dolía, eso que le quemaba desde dentro; era saber que SeokJin si iba a casarse algún día y... No iba a ser con él. ¿Iba a casarse Kim SeokJin con Park JiMin? Claramente, la respuesta era más negativa de lo que JiMin podía soportar. Tan sincera que lo traía a la realidad que estaba viviendo, que le hacía ver lo que había estado haciendo sin considerar.

Había estado permitiéndose enamorarse de él. Le había entregado tantas libertades a su corazón que terminó entregándolo.

Por todos los cielos, le dolía el pecho de pensar en no ser quién llevara los cachorros de SeokJin. ¿Qué tan mal estaba eso? Porque JiMin sabía que estaba jodido, pero no sabía que tan jodido.

Mientras sus pies lo llevaban a un lugar inesperado, JiMin solo se dejó llevar, metiéndose en el autobús cuya ruta desconocía y sentándose a esperar lo que el camino le deparara. No importaba ahora el lugar, simplemente quería estar tan lejos que la idea de escapar se hiciera realidad junto con la desaparición del horrible sentimiento que tenía atrapado muy profundo. Llorando, rompiendo cada vez algo más que sabía sería muy difícil reparar.

No podía detenerlo, sentía que no podía. Las fuerzas que le quedaban eran débiles como para destruir la amenaza de llanto en sus propios ojos y el temblor en sus manos, apoyadas sobre su regazo. Algo tan débil no lo vencería jamás.

Bajo del autobús, perdido y desesperado por detener el torbellino de pensamientos. Sus pasos fueron cortos, casi aterrados mientras avanzaba y solo se detuvo cuando su cuerpo lo hizo por instinto, mirando la punta de sus zapatos exhaló una respiración y alzó los ojos. Las ganas de llorar se volvieron más grandes y casi incontrolables cuando observó la puerta ámbar de la casa de su abuela.

Su lobo lo había llevado a su hogar.

—Siempre que estés asustado, Minnie, ven aquí. —Recordó había dicho entre lágrimas TaeHyung el día de su mudanza. —Aquí, dónde está tu familia. Donde siempre te protegeremos sin importar lo que pase.

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