28: Cuento de hadas

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Entre tantas "princesas" en aquel castillo, era increíble que SeokJin solo tuviera ojos para él.

JiMin se humedeció los labios, le dio un sorbo a la copa de vino blanco y sonrió lo mejor que su boca floja y anhelante de besos podía. ¿Cómo sabía que su boca anhelaba besos? Ni idea. Pero suponía que el ansia crecía desde algún punto incierto de su cabeza.

SeokJin, como si notara todo lo que le provocaba, ensanchó la sonrisa. JiMin pensaba que no estaba muy equivocado en suponer que ya se había dado cuenta.

-Te ves precioso. -Alabó. SoYeon asintió orgullosa. -Aunque tu vestuario vuelve a estar fuera de temporada.

-¡Oh, Kim SeokJin!

SoYeon sacudió la cabeza con fuerza, genuinamente molesta ante el comentario y, claramente, la sonrisa satisfecha que se había formado en su boca desapareció, reemplazado por un puchero.

JiMin admitía que tenía una debilidad por sus pucheros, simplemente no podía evitarlo.

-¿Tu papá? -Ella preguntó, mirando a otro lado mientras alzaba la cabeza en una silenciosa muestra de dignidad. -Deja que lo encuentre, haré que te dé el peor regaño de tu vida. Yo sencillamente me he cansado de intentarlo.

SeokJin fingió un jadeo.

-¿Vas a hacer que me regañe en mi cumpleaños? Mamá, que mala eres. -Burló.

La Omega suspiró. -Demonios, -Juró. Miró a su hijo y lo señaló con una recortada y rosada uña. -Mañana. Mañana no tendré piedad contigo.

JiMin sonrió, aguantando pobremente una carcajada mientras la otra Omega daba la vuelta y se marchaba lejos por el salón, todavía frunciendo sus bonitas facciones con enojo, y notó lo parecida que era al alfa en la forma en que frunció las cejas, arrugo la boca y alzó la barbilla. Él hubiese querido saber que se sentía eso, eso que hacía que al mirar a la persona que te trajo a este mundo notarás los gestos de su personalidad heredados.

Pero no era el momento de ponerse melancólico. Podía hacerlo después.

Mucho, mucho después.

Ahora, disfrutaría su hermoso cuento lleno de fantasía y amor por todos lados.

Volteo a SeokJin, sonriendo.

-Que cruel.

El alfa se encogió de hombros, tomo su mano y lo jaló dando un par de pasos entre la multitud, arrastrándolo hasta que la música sonó amortiguada a sus espaldas y se encontraron frente a una puerta que no se demoró en abrir, haciéndolos entrar.

-Abandonas tu propia fiesta. -Rió. SeokJin lo empujó contra la puerta, poniendo una mano sobre su cabeza. -Que mala educación.

-Probablemente si Rose se hubiese dado cuenta me habría golpeado, luego se daría cuenta de que es de aún peor educación golpearme frente a una multitud en mi cumpleaños y soltaría una maldición, después volvería a maldecir por haber maldecido y, bueno, ya sabemos cómo continua eso. -Sonrió. -Así que no creo que me importe lo que los demás puedan decir, cuando mi familia nunca ha estado muy bien versada en los modales. No somos una familia millonaria convencional, pero ese estilo le gusta al resto de mundo.

JiMin asintió. -SeokJin.

-¿Sí?

-La copa se me está clavando en el costado. -Gimió.

Vamos, quizás no era el príncipe perfecto. No era perfecto en absoluto, pero contradictoriamente era tan perfecto para él que no podía importar menos. Tan enredado como sonaba, JiMin podía aceptarlo, así, sencillo.

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