15: Libídine

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JiMin suspiró y miró sobre el hombro el rostro dormido del alfa. Concluyó, que sus sueños debían ser dulces para poder dormir de esa manera: relajado y sin ninguna arruga en el rostro niveo.

¿Alguna vez Kim SeokJin habría pasado por la adolescencia? JiMin no lo sabía, pero pensaba que, de ser así, habría tenido a todo mundo babeando a sus pies.

Él también sentía un poco de baba...

Los brazos del otro se apretaron en su cintura y el Omega frunció los labios. Era bonito. Se sentía bien, aunque había una ligera sensación que le calaba en lo profundo. Una sensación que le gritaba que no era suficiente, que quería tener más.

No era amor, tampoco cariño. Era lujuria.

Eso que gritaba sin cesar era la parte más fea de sí mismo, era su libídine tratando de escapar de la prisión de resignación que se derrumbaba un poco más desde que el inestable castillo de naipes sobre cimientos de ceniza no existía. Ahora, podía controlarla, pero no sabía si a la larga, un sentimiento que parecía cobrar algo de fuerza con cada minuto que permanecía entre los brazos del alfa, sería capaz de seguir resistiéndola. Sin embargo, era bastante extraño. Porque, aunque no era lo correcto sentirse así, por dentro estaba bien con eso. Estaba bien con querer ser suavecito y rechoncho mientras se permitía acobijarse contra el cuerpo cálido. Estaba bien con dejar que el otro le ordenara lo que quisiera y le manejara a su antojo.

Era lujuria por posesión. Eso era. Pues quería que todo Kim SeokJin fuera solo suyo.

Pero, era pequeño aún. Nada de lo que debería preocuparse.

O era lo mejor que podía decirse para menguar el regusto amargo en la boca.

JiMin suspiró.

Las preguntas en su cabeza eran muy tontas como para prestarles atención. Nada pasaría porque las ignorara.

Intento levantarse fallidamente de la cama.

—Quédate quieto. —El alfa gruñó, en voz baja y profunda.

JiMin bufó divertidamente. —Lo lamento, pero tengo que ir a trabajar mañana y tendré que pasar por mi casa primero.

SeokJin abrió los ojos y JiMin se encontró observando fijamente el mar azul que era su mirada. Se sonrojó sin sentido, mordiéndose un labio.

—¿Quién lo dice? —Sonrió. —Yo soy tu jefe.

JiMin se rió. —Fantástico. Bien por ti. —Le restó importancia. —Pero no puedo quedarme aquí por siempre, no he ido a mi casa desde ayer.

—¿Hay alguien esperándote? —SeokJin encarnó una ceja y JiMin negó. —Entonces, no creo que haya problema.

—Muy gracioso, CEO Kim.

SeokJin respiro con suavidad, dando una vuelta y subiendo encima suyo. —No estoy bromeando.

—Da igual, solo déjame ir.

—No. —Dijo, su tono no daba atisbo de duda.

JiMin se estremeció.

—¿No?

—No. —SeokJin repitió. —Es de noche, nada harás fuera.

El Omega ladeó la cabeza. —No puedo ir a trabajar con la misma ropa con la que he estado aquí. —Ignoró la vocecilla que le susurraba divertidamente que no era como si la hubiese usado mucho. —No asistí hoy y HyungSik va a matarme cuando me vea por eso, no ir mañana sería para que fría mi cabeza en aceite hirviendo.

—¿HyungSik? —Dijo, como si intentara recordar el nombre. —¿El beta?

JiMin asintió. —Sí.

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