27: Había una vez

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JiMin no esperaba la mañana después de su primera cita con SeokJin encontrar a Kim SoYeon a un lado de su puerta, con las manos en los bolsillos de una gabardina azul oscuro que le rozaba las rodillas tras un paseo digno de admirar por su esbelta figura. Ella tenía el cabello suelto, los labios pintados de un suave mandarina y los ojos en el alfombrado gris que cubría el suelo de cemento hasta que JiMin carraspeó y la Omega alzó la cara para mirarlo.

La sonrisa gigante parecía haber sido tatuada en su bonito rostro desde ese momento.

-Hola, dulzura. ¿Has estado bien? -Preguntó. JiMin asintió y abrió más la puerta, invitándola a pasar.

-Digamos. -Ladeó la cabeza. -Señora Kim, no quiero ser descortés, pero ¿A qué debo su visita?

-Cariño, no tienes porque decirme "Señora Kim". Eso hace que me pesen los años y unos buenos cincuenta y dos no son fáciles de cargar.

El Omega rió. -Lo lamento.

Ella blandió una mano en el aire, restándole importancia mientras JiMin cerraba la puerta a sus espaldas; luego se quitó los tacones y se enfundó con confianza en un par de pantuflas para invitados, subiendo el escalón que la separaba del salón. JiMin la miró, encogiéndose de hombros antes de avanzar hacia la cocina y ofrecerle a la mujer una Coca Cola que estaba entre un par de latas de Sprite en su nevera.

-No tengo té.

Kim SoYeon abrió el refresco y le dio un sorprendente sorbo. Lo dejo sobre la mesa y le miró, sonriéndole bonito.

-Nada mejor. -Frunció los labios. -Una vez que te relacionas con las personas de la alta sociedad es difícil encontrar una buena Cola. Tanto vino y té de manzanilla, verde, negro, cayena, limón y miel; me estaba volviendo un poco loca.

JiMin se sentó a su lado, cruzando las manos sobre el regazo. -No podría soportarlo, soy un ser que vive a base de Sprite.

-Ellos lo llamarían: un alma rebelde. -SoYeon encarnó una ceja, riéndose. JiMin la secundó. -Nene, a esta gente todo le parece rebelde si no sigue sus reglas o no cumple sus estándares. -Sacudió una mano. -En fin, mi suegra se reiría de mí palabrería con ganas si me escuchara. Solo vine a una cosa rápida.

JiMin abrió los ojos de par en par cuando ella saco un sobre de uno de los bolsillos de su garbadina; el papel color pergamino con un tocado suave de borgoña en los bordes y un sello de cera muy vistoso era extraño. ¿Iba a invitarlo a algún lado? ¿Kim SoYeon no era la bellísima mujer que conocía y eso era dinero para que se alejara de SeokJin? ¿Iban a hablar sobre la invitación de boda que vio? Rogaba que no. Nunca en su vida estaría listo para una conversación que incluyera esa invitación de boda que solo le recordaba quién era y que papel ocupaba en todo esto.

Resultó ser un amante. Lo quisiera o no, una definición tan vasta como lo tenía la palabra servía para esclarecer su posición en más de una dirección. Un amante no era solo la tercera pieza de una relación, también era una ficha que nadie conocía, nadie veía. Alguien sin etiqueta. Desgraciadamente, esas eran sus direcciones.

Las quisiera o no.

SoYeon carraspeó. -Es para ti. -Ella extendió el sobre. JiMin lo tomo, genuinamente curioso.

De: Familia Kim.
Para: Park JiMin.

JiMin tragó.

-¿Qué es?

-SeokJinnie cumple en dos días, el cuatro. Es la invitación a su fiesta.

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