26: Tres citas y tres reglas (Parte 1)

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[D E S T I N O]

JiMin suspiró profundamente, debatiéndose entre el cárdigan de color vino o un blazer de tonalidad cerveza. Ambas opciones estaban siendo comparadas en su cabeza por bebidas alcohólicas y, aunque no le gustaba mucho beber, sería mentir si dijera que no quería un trago en ese momento que matara los nervios; aunque estaba casi seguro de que a pesar de tener el mejor vodka no se desharía de la ansiedad, nada costaba soñar.

«Por todos los cielos» gimió en pensamiento. Él quería que todo esto fuera un sueño.

No podía ser real que iba a salir en una cita con Kim SeokJin. La simple palabra «cita» era irreal, casi ridícula.

Pero estaba pasando. Definitivamente, estaba pasando.

No había forma en la que se imaginara las palabras que resonaban en su cabeza, tampoco la presencia de SeokJin en su apartamento la noche anterior. Él se consideraba un alma creativa, de verdad, pero era sencillamente imposible imaginar cada una de las líneas de su cara, cada lunar y todos los aspectos que hacían su voz una canción sensual y atrevida.

JiMin no podía alucinar a ese nivel. Ese era un nivel superior y digno de lunáticos.

Aún no estaba tan loco, estaba casi seguro de eso.

Casi.

JiMin se forzó a moverse hacia el baño, desnudarse frente al lavabo y cepillarse los dientes. Sus manos rígidas lo despojaron de la pijama que cayó al suelo con suavidad mientras se miraba al espejo. La primera vez que se miró tanto en él, hace tan sólo cuatro meses atrás, tenía dos meses de haber terminado su última relación y sentía las dudas y la insatisfacción abrumarlo. Era obvio que en ese momento no sabía lo que era verdadera insatisfacción. Ahora, destinado a una cita con una persona a la que no podía tomar si el mundo así lo dictaba, se daba cuenta que sus emociones de ese entonces eran minúsculas.

Pero no estaba pensando en eso. Estaba poniendo todo su esfuerzo para no pensar en eso y así, quizás, tendría la oportunidad de disfrutar de la compañía de Kim SeokJin sin nada más. Con una nada que era solo nada; no tortuosa, no profunda, solo nada, como una vez antes lo había sido.

Rogó porque la nada se apiade y aparezca, mientras se encaminaba a la ducha y deja las gotas pesadas y calientes empaparle el cabello antes de correr por el resto de su cuerpo, llevándose gratamente consigo las dudas que JiMin no deseaba tener. Dudas que no le serviría tener cuando ya no tenía el control de nada, las riendas de su vida escapándose fácilmente hacia las manos del destino que lo persigue.

JiMin se preguntó, sorprendido, cuántas veces en lo que lleva despierto ha pensado en la palabra «destino», y se da cuenta de que han sido tantas que ni siquiera es capaz de contarlas.

«¡Apaga eso!» le grita algo que no sabe que es. Más no le parece mala idea, no parece mala en absoluto.

De nuevo, no tenía nada que perder.

JiMin se frotó los ojos, irritados por el ataque del agua y salió de la ducha después de hacer lo que se supone que hace todas las mañanas, percibiéndolo a medias porque su cabeza esta en otro lado. Muy lejos. Muy cerca. Ya no lo sabe. Únicamente sabe que y no está al mismo tiempo.

Se vistió con la bata de baño y corrió a su cama, «donde había dejado ambos licores...» pensó divertidamente. Por todos los cielos, de verdad necesitaba ese trago. Maldita sea, si lo necesitaba justo ahora.

JiMin sacudió la cabeza con fuerza, cerró los ojos y lanzo la mano a la cama, tomando lo primero que tocará. Al final, por azares del destino (desgraciado destino cruel), terminó con el cárdigan de color vino. Sencillo. Sin demasiado drama.

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