37: «Yo»

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Había llegado la hora.

JiMin tragó, acercándose a la bonita secretaria con una sonrisa y dejando sus nervios de lado porque sabía que esto era lo correcto para él. No para LuHan. No para Lisa. Incluso, no para SeokJin. Para él. Porque aunque había pasado la mitad de su vida pensando en lo que dijeran los demás, ahora había decidido pasar lo que restara de ella pensando en él. Únicamente en Park JiMin y lo que quería, también cómo y cuándo lo quería. No más inhibiciones, no más pensar que lo que siente esta mal o es insano.

Jodidamente ya no.

Respiró hondo.

-Hola. -Dijo pausadamente. La beta lo miró. -Quisiera programar una cita con algún especialista en el departamento de sexología.

La mujer asintió. -Tenemos tres oficinas de sexólogos en este momento: la de la doctora SeulGi, el doctor TaeMin y finalmente la oficina del doctor BaekHyun. -Ella tecleó en el computador, haciendo un ruidito pensativo. -La doctora SeulGi tiene el día lleno, al igual que el doctor BaekHyun. Sin embargo, el doctor TaeMin tiene la una y media libre por una cancelación. ¿Esa hora le conviene, señor?

-Sí, por supuesto. Mi nombre es Park JiMin.

-Perfecto, señor Park. Puede sentarse o volver después.

-Muchas gracias. -Se despidió.

Alejándose del consultorio, miró la hora en su reloj de muñeca y notó los números que le hacían saber que la cita estaba lista para dentro de menos de una hora. Consciente de que el asunto con la doctora SunMi había sido notablemente rápido, no se sorprendió de que fuera tan temprano.

Rememorando la situación, solo puede cavilar un par de preguntas, una planilla que tuvo que rellenar y las bonitas sonrisas de la alfa que aplaudió por tenerlo como parte de su personal, antes de entregarle un grueso sobre de manila en el que se aglomeraban su horario, funciones y contrato.

Anduvo hasta la salida del lugar y se detuvo frente a la acogedora cafetería a un lado del edificio de concreto pintado de blanco en el que se encontraba instalada la clínica. El sitio de la cafetería tenía también un edificio de un exquisito color negro con algunas líneas moderadas de dorado, pero mantenía un espacio con mesas al aire libre en una extensión de pasto verde que a JiMin se le hizo irresistible. Por ello se apresuró a entrar, sentándose en una de las mesas que fue atendida por un amable camarero no mucho después.

Con una taza de mocha, el sol golpeando por sobre la sombrilla y el pasto bajo sus pies, suspiró; dejando el sobre encima de la mesa para revisarlo con libertad. Lo abrió, fijándose primero en sus horarios que como era de esperarse le atribuían trabajo de lunes a viernes con excepción de los sábados y los domingos que eran sus días de descanso, además el empleo le requería de las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde y exigía su entrada a las siete y media para acomodar su puesto de trabajo antes de la llegada de los pacientes.

JiMin estaba de acuerdo con eso, sobre todo porque no le gustaría tener que interrumpir a la persona que le hablaba para limpiar su mesa.

Dejó los horarios a un lado y se fijó en sus funciones diarias que iban desde programar las citas, atender llamadas y mantener los expedientes médicos actualizados y ordenados por orden alfabético, manteniéndolos siempre a mano para enviarlos a la doctora cuando los necesitara. De ese mismo modo, no tenía permitido ver los expedientes médicos o realizar alteraciones en ellos; en el caso de actualizarlos, simplemente debía clasificarlos por el color que se le indicara y, siempre que un paciente abandonara las consultas, enviar sus documentos al archivo muerto*.

Finalmente abandonó sus funciones y le echo otra ojeada al contrato, volviendo a hundirse entre los términos y condiciones, también las consecuencias legales de revisar material clasificado o romper la confidencialidad médico/paciente. Asintió, dejando todo devuelta en su sobre de manila y dando un largo sorbo a su mocha mientras se recostaba en la silla, mirando a su alrededor.

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