Capítulo 19

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Los besos, abrazos, flores y las palabras de consuelo, no hacían más que hundirme y hacerme saber de que no era un sueño, mamá se había ido y esta vez, para siempre.

La tristeza se hizo más grande, cuando volví a la casa, donde crecí, sus recuerdos, su presencia, su olor, estaban por todos lados, no podía y no pude quedarme ahí, esa misma tarde volví a Japón.

Bajé del taxi y entré al edificio, aunque no soy fan, tomé el ascensor hasta mí piso, no tenía fuerzas para caminar, en cuanto abrí la puerta, me encaminé hasta mí habitación, el cuerpo me dolía y el corazón también, quería y necesitaba dormir por días, pero el sueño, también me había abandonado.

Me levanté, la cama me resultaba incómoda, casi toda la casa lo hacía, después de unas horas, por fin, encontré un poco de tranquilidad en el cuarto de invitados.

Me senté cerca de la ventana, donde había un pequeño sillón, tomé la fotografía que se encontraba en la mesita de luz, la puse en mí pecho, abracé mis piernas y apoyé mí cabeza en mis rodillas, miré la luna, estaba brillante y grande, la culpa invadió mí pecho y lloré.

- ¿Te acuerdas... Cuando acampamos en el patio de casa?...yo estaba tan feliz por qué me regalaste un telescopio, t-tu me decías el significado de las constelaciones y yo, estaba perdido mirando la luna... Tú no entendías por qué siempre me quedaba horas mirándola, y es que, yo no entendía, como un satélite podía brillar tanto como tú, y darme la misma calma- sequé mis lágrimas- ¿Me escuchas?, ¿Estás conmigo?, ¿Puedes cantarme?.

Así pase tres días, estaba en la misma posición, en el día llovía pero en las noches, la luna brillaba, sentía su protección y su calma, apagué mí celular y no le hice caso al timbre, los golpes y muchos menos a las voces que amenazaban con tirar la puerta abajo si no abría.

Pero en la cuarta noche, me sentí triste y solo, otra vez, las nubes negras cubrían el cielo, las gotas de lluvía golpeaban en el cristal de la ventana, sentía que la oscuridad me consumía el alma, salí de ese cuarto, caminé hasta la cocina y me dí cuenta de que no había tomado ni una gota de agua en este tiempo, no tenía sed, pero igual me serví un poco y lo bebí.

Los golpes de la puerta volvieron a resonar en el departamento, por las voces, supe que se trataba de Jungkook y Yoongi, discutiendo, otra vez, cerré los ojos y solté un suspiro, me tiré sobre el sofá cuando todo estuvo en silencio.

Esperaba que no llamaran otra vez, pero vamos, la palabra, tranquilidad, no existía en mí vida.

Abrí la puerta al sentirla otra vez, estaba cansado, iba a pedirles que se fueran.

Por primera vez en mí vida, me arrepentí de abrir.

- Pensé que nunca se irían.- dijo mirando hacia un costado.

Sentí un nudo en mí estómago.

- ¿Qu- qué haces aquí?.

Jimin, hizo su pelo hacia atrás- Vine a darte el pésame personalmente- sonrió y me inspeccionó con la mirada- realmente das asco- intentó tocarme y retrocedí, quería golpearlo y eso haría si no se iba- pero te entiendo, si mí mamá se muere, también quisiera morir, por qué eso quieres, ¿Verdad?.

Quise cerrar la puerta y me sujetó del brazo.- ¡No me toques!.- lo empujé y retrocedió tres pasos.

- Vamos, taetae, no es mí culpa lo que pasó,- comencé a respirar con dificultad- pero me hubiese encantado estar en el auto que la chocó.

Ese fue el detonante, me lancé sobre él.

Golpeaba su rostro, descargué toda mí ira en su cara, seguí golpeando después de ver sangre.

Mí desafortunado amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora