Tarem

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Estuvieron en el pequeño asentamiento de las familias de los tres grandes para antes del mediodía.

A falta de caballerizas, tuvieron que atar a sus caballos a algunos árboles cercanos mientras que un par de miembros de la familia Togata se encargaban de alimentarlos.

Nejire les indicó brevemente en donde estaba todo y, después de dejar al grupo teniendo un desayuno en su vivienda, guio a Bakugo y Midoriya a la casa de Tamaki; la chica entró con confianza a la casa y la madre del joven los recibió, agradeció la visita y les permitió pasar.

Dentro de la habitación ubicada en el segundo piso, Mirio descansaba sentado a un lado de la cama en donde Tamaki estaba sentado, leyendo un viejo libro que sostenía con las manos vendadas.

El par de chicos levantó la mirada al percibir la intromisión; Mirio pareció alegrarse de verlo, puesto que se puso de pie inmediatamente para recibirlo, una sonrisa plasmada en su rostro; mientras tanto, Tamaki se encogió en su cama, avergonzado; viéndolo de esa manera era difícil asegurar que tenía veintitrés años y era uno de los hechiceros más habilidosos del reino.

—¡Me alegra ver que sigas en una pieza! —le dijo el rubio, palmeándole la espalda. —¿Este es el famoso rey de Vhakan?

Izuku se tensó cuando las miradas del par de hombres se cruzaron; Katsuki miró a Togata a los ojos por unos segundos antes de asentir ligeramente a forma de respuesta. ¿Acaso eso significaba que aprobaba al tipo?

—Hola, Amajiki, ¿Qué tal has estado? —continuó el pecoso, acercándose a la cama y observando con timidez las numerosas vendas que cubrían el cuerpo del chico.

—Estoy mejor, te lo agradezco.

Mirio regresó a sentarse con el ceño levemente fruncido.

—En realidad no ha mejorado mucho, recibió mucho daño en la pelea y nuestros sanadores no pueden hacer nada por ayudarlo. —informó, mirando al de cabello oscuro. —Supongo que han venido a escuchar la historia, ¿no?

—Ya la hemos escuchado, en realidad queremos escuchar sobre las habilidades de sus atacantes. —se adelantó Bakugo.

Mirio arqueó una ceja y Tamaki se acomodó sobre la cama.

—Hado-san mencionó que el nombre de uno de los implicados era Kurogiri, y ese hombre ha estado presente en varios ataques, por lo que ahora sabemos que trabajan junto a quienes estamos por enfrentar. —explicó el pecoso.

—En ese caso, supongo que puedo serles de ayuda. —respondió Amajiki, comenzando así por explicarles lo poco que pudo ver de cada uno de sus adversarios, entrando en tantos detalles como le fue posible mientras Midoriya asentía a cada frase.

Cuando terminó, quiso moverse sobre la cama, pero algo lo detuvo. Gruñó, desistiendo al tiempo que Mirio lo regañaba por sobre esforzarse.

—Si no te importa que pregunte, Amajiki, ¿Cómo fue que terminaste tan herido? —inquirió Midoriya, sus ojos jade observando el leve y casi imperceptible roce que los dedos de Mirio realizaron sobre la muñeca del contrario.

—Yo recibo parte del daño que mis quimeras sufren, es una parte del conjuro que no he podido eliminar; como estaba acorralado, creí que conjurar más quimeras me daría tiempo extra, e hice cuatro, una fue acuchillada hasta la muerte, otra fue prácticamente desintegrada por un golpe y dos se quemaron vivas.

Bakugo levantó las cejas, sorprendido al pensar que ese hombre aparentemente débil hubiera resistido tanto daño y hubiera permanecido consciente.

Vhakan; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora