Sacrificios

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Momo miró hacia el frente, contando con tanta rapidez como pudo a los cadáveres reanimados que protegían al necromante; se trataba de al menos cincuenta hombres.

No podían acercarse más y, a juzgar por las sacudidas detrás de ellos, tampoco podían retroceder.

Shinso y Asui estaban plantados a su lado, tan tensos como ella, la tranquilizó un poco que ellos fueran al menos capaces de defenderse, podrían huir en caso de que fuera necesario.

Sabía que ese hombre era un problema; mientras hablaba con Midoriya en Tarem, el pecoso les había advertido que un mago era el elemento más problemático en un equipo y que, si era poderoso, podría proteger a sus compañeros incluso si estaban lejos de él; Bakugo había recalcado que quien quiera que se topara con el necromante debía encargarse de que fuera el primero en caer.

Tragó saliva, observando su entorno, en búsqueda de elementos que pudieran ayudarlos, pero no había nada; ni estructuras para derrumbar o un precipicio cercano, solo montañas cubiertas de nieve que podrían caer sobre ellos y sepultarlos a todos en segundos y un viejo invernadero del cual solo permanecía su estructura metálica.

Era imposible que ellos tres pudieran derrotar a tantos hombres, por lo que decidió que la mejor opción era evitar pelear con ellos e ir por el mago.

No tuvo tiempo para que su mente siguiera creando un plan, pues decenas de rocas volaron en su dirección a una velocidad atronadora y Shinso apenas fue lo suficientemente rápido para crear escudos de color púrpura que los protegieron justo a tiempo.

—Dime que tienes un plan, princesa. —le gruñó el hombre, haciendo que sus escudos crecieran cuando una ráfaga de rocas aún más grandes salió disparada contra ellos.

Yaoyorozu miró con pánico a su alrededor, buscando una solución.

Algunos cadáveres avanzaron, de una forma demasiado ágil para su avanzado estado de descomposición y ella desenvainó la espada que Nejire le había obsequiado.

El primer zombie se lanzó contra ella y la hoja de la espada que la azabache llevaba se enterró en la carne putrefacta, pero eso no detuvo a la criatura; Shinso se encargó de quitárselo de encima y Tsuyu se transformó y batió sus alas, generando ráfagas de viento que detuvieron el avance de sus enemigos. Los sujetó entre sus garras verdosas y saltó para subir por la altísima muralla del castillo, poniéndolos a salvo.

—No podemos pelear directamente, no tendríamos oportunidad. —declaró Momo, respirando aceleradamente, tratando de recuperar el aliento una vez cayó sobre la superficie congelada.

—¿Qué hay de la nieve? ¿No podemos usarla para crear una avalancha?

—Es demasiado riesgoso, podríamos derribar el castillo con todos nuestros aliados dentro y nos bloquearíamos el camino hacía Midoriya y Bakugo.

—¿No podemos alejarlos? —preguntó Tsuyu luego de volver a transformarse en su forma humana.

Momo observó a la distancia; no, no había forma de lograrlo; era claro que el mago no iba a abandonar su posición y ellos no tenían forma de rodear el camino, pues las salientes de la montaña no se los permitirían.

Su mente vagó y vagó por todas las distintas opciones, todas demasiado temerarias y estúpidas como para siquiera intentarlas. Si tal vez Todoroki o Amajiki estuvieran ahí podrían usar uno de sus ataques a larga distancia.

Entonces, una idea llegó a su mente.

—Shinso... ¿la magia del nigromante funciona igual que la de Amajiki?

Vhakan; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora