Presagio

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Katsuki esperó con el humano hasta que este terminó de asearse; gruñó cuando el pecoso siseó al sentir ardor en la herida en su brazo y salió hasta que el chico estuvo de vuelta en la habitación, usando la camisa blanca que le consiguió la mucama y luciendo mucho mejor que una hora antes, incluso aunque su mirada lucía un poco distante.

Lo obligó a recostarse en la cama y cuando comenzó a sentir que su sangre se calentaba y sus extremidades ardían, salió de la habitación a toda prisa y se aseguró de que nadie lo viera recorrer los pasillos.

El castillo de Sahne era considerablemente más pequeño que el suyo, pero su forma era similar, por lo que no tuvo problema alguno para encontrar una salida.

Fuera del palacio y un poco más cerca del cráter del volcán que el resto del pueblo, el aire era más caliente y lo hizo sentir asfixiado, pues entre el calor abrasivo del ambiente y el de su piel le era difícil respirar.

Se detuvo en medio de lo que supuso era un jardín, pues estaba cercado y un poco de vegetación hacía su camino entre la ceniza gris del lugar; alcanzó a ver un rústico invernadero a lo lejos y supuso que el ore debía estar resguardado ahí.

El dolor azotó su cuerpo de repente, tan fuerte como el viento que soplaba del sur y que hacía sacudir violentamente las copas de los árboles en Vhakan cada invierno.

Gruñó, inclinándose sobre si mismo y apretó la mandíbula con tanta fuerza que incluso sus dientes dolieron. Su puño se cerró sobre su pecho y el brazo izquierdo se estiró para detener su caída cuando sus piernas fallaron.

Tosió violentamente al tiempo que sus ojos ardían y sudaba frío. Su vista estaba nublada gracias al fuerte dolor pero aún así alcanzó a ver como sus venas comenzaban a colorearse de un horrible color verde tóxico, su cabeza daba vueltas y por ello mismo el reflejo nauseoso hizo su aparición; agradeció no haber comido mucho antes, cuando estuvo con Deku, pues todo terminó en el suelo entre sus botas. El sabor de la bilis se mezcló con el de la sangre en su boca y volvió a gruñir, esta vez con más fuerza cuando su sangre ardió en sus venas, como si se tratara de fuego líquido que corroía su carne desde dentro, destruyéndolo poco a poco.

En menos de un minuto ya había vaciado su estómago y estaba cubierto de sudor frio; estaba temblando a pesar de que se sentía horriblemente acalorado y no podía mantenerse en pie correctamente; era una tortura sufrir uno de esos ataques y solo se volvía peor cuando se recordaba que eso solo era el principio.

El dolor comenzaba en un punto muy alto, sin embargo, solía aumentar hasta que llegaba a un punto que casi lo hacía perder la consciencia. Remordía en su consciencia que cada que él sufría un ataque, su gente en Vhakan pasaba por algo similar.

Supo que estaba cerca de terminar cuando su vomito pasó a ser sangre y su piel ardió en color verde. Sabía que sus ojos habían cambiado de color pues estaban lacerados también y todo lo que pudo hacer fue enterrar los dedos de su mano derecha en la ceniza gris y los de la izquierda en su abdomen, tratando de calmarse.

Unos treinta minutos después, todo terminó.

El calor desapareció lentamente junto al color verde antinatural en su piel, su respiración se reguló y su vista volvió a enfocarse, sin embargo, necesitó de diez minutos más para poder ponerse de pie y otros cinco para lograr dar un paso sin tambalearse.

Se dejó caer a un lado de la valla de piedra que bordeaba el jardín y esperó hasta que su cuerpo se estabilizó completamente.

Sacudió su mano sucia y limpió los restos de sangre de las comisuras de sus labios con esta misma.

Vhakan; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora