Hydrangeas

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A Katsuki le tomó dos semanas poder volver a caminar por su cuenta, incluso con toda la ayuda que los sanadores le ofrecieron; había estado demasiado cerca de la muerte como para seguir adelante en unos pocos días.

Izuku se mantuvo a su lado día y noche, comía solo cuando el cenizo lo hacía y dormía al mismo tiempo que él, sujetó su mano cuando el hombre lo necesitaba, pues a veces temía cerrar los ojos y al volver a abrirlos, encontrarse de nuevo entre la nieve.

Treinta días después de su batalla, por fin emprendieron el camino de vuelta a Grimrah.

Todos se encontraban en un mejor estado de salud y con excepción de Izuku, Katsuki y Uraraka, nadie tenía heridas visibles.

El pueblo los recibió con un alegre festival lleno de colores y comida, celebraron juntos su arribo a la ciudad amurallada, reteniéndolos unos momentos en la plaza principal para que todos pudieran verlos, hasta que Aizawa acudió a su rescate.

El hombre los saludó con un respetuoso asentimiento antes de darles la espalda y subir los escalones de arenisca. Iida los animó a seguirlo y pronto se encontraron de vuelta en el castillo.

Ahí, Yagi los esperaba de pie frente a su trono. Al verlos, esbozó una amplia sonrisa y bajó los escalones hasta estar al mismo nivel que el grupo, de inmediato, envolvió sus brazos alrededor de Midoriya y Bakugo, repitiendo una y otra vez lo orgulloso que estaba antes de ir a felicitar al resto.

Sir Nighteye, quien estaba de pie a un lado del ostentoso trono, intercambió una mirada tensa con Bakugo antes de mirar a Izuku y asentir en su dirección.

Inko se acercó a ellos luego de unos segundos, había estado en el palacio esperando por ellos durante un mes y ahora que por fin había visto a su hijo volver con vida, podría estar tranquila.

Envolvió al pecoso en un fuerte abrazo, haciendo su mejor esfuerzo para no soltarse a llorar, sintiendo el agarre de su hijo mientras le aseguraba que estaba bien, que ya no había nada por lo cual preocuparse. Ella asintió, separándose para limpiar sus lágrimas con disimulo y después desviando la mirada para observar a Katsuki.

El hombre estaba dándole la espalda al grupo que parloteaba alegre con el rey, la mirada clavada en un gigantesco ventanal que permitía la vista al pueblo. Izuku estaba a punto de abrir la boca para comenzar a contarle su experiencia cuando ella avanzó.

Cuatro pasos bastaron para estar al lado del ra'ka, él se percató de su presencia y se giró para mirarla, los ojos rubí un poco más serenos de lo que habían estado desde Berrath.

Inko abrió los brazos y rodeó el torso del cenizo con confianza, causando que todos se callaran y observaran con atención. El hombre tardó unos pocos segundos en procesar la descarada muestra de afecto, pero al final, dio una palmadita sobre la espalda de la mujer.

—Gracias por traerlo de vuelta, Katsuki. —murmuró ella antes de finalmente separarse.

Bakugo miró a Izuku y, al verlo sonreírle avergonzado, apartó la mirada, respondiendo con un simple asentimiento.

Aún había muchos asuntos que debían atender en Grimrah, como el estado de salud de Yamada y Nasjen o lo que sucedería con Momo y Leyhal en el futuro, por lo que acordaron permanecer un par de semanas en el palacio.

Esa noche, a solas en su habitación, Katsuki se quitó los vendajes por sí mismo por primera vez, descubriendo que su piel había quedado manchada por decenas de cicatrices, algunas delgadas, como la que se deslizaba por su mejilla izquierda, y otras gigantescas, como la que cubría su espalda casi por completo.

Vhakan; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora