La hidra

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Bakugo no regresó al improvisado campamento por el resto de la noche.

Midoriya tuvo que admitir que le preocupó un poco que el tipo no fuera a volver, pero terminó convenciéndose de que no sería así, el cenizo aún quería obtener One for All después de todo.

Se despidió de Jiro y de Kaminari, quien no había soltado palabra alguna desde la noche anterior y les prometió volver para visitarlos en algún momento. La joven sirena le obsequió un par de gemas que encontró en el fondo del lago como agradecimiento por la comida antes de dejarlo marchar.

—Midoriya, —lo llamó el rubio, corriendo detrás de él para alcanzarlo antes de que se adentrara en la maleza. —si te topas con Kirishima, dile que estoy bien, por favor.

Izuku caminó siguiendo el muy arrugado mapa hasta el pie de la primera montaña del valle de Elde y se sintió aliviado al divisar a Bakugo sentado sobre una de las ramas gruesas de un viejo roble, cruzado de brazos y con el ceño fruncido.

—Tardaste demasiado.

—Lo siento. —respondió sin convicción, los primeros rayos de sol apenas alcanzaban a asomarse por detrás de las montañas, por lo que no era en absoluto tarde.

Sin añadir palabra alguna, comenzaron a caminar, con el cenizo dirigiendo el camino, tal y como había sido el día anterior e Izuku esperó que sus amigos ya estuvieran en Grimrah. Miró al cenizo luego de haber subido un par de metros, preguntándose si seguía molesto por lo que había sucedido la noche anterior con Kaminari.

La subida a la montaña resultó ser más dificultosa de lo que el explorador esperaba, puesto que estaba bastante inclinada y había muy pocos surcos de los que podía sujetarse. Para cuando llegaron a la primera saliente, los dedos de Midoriya ya estaban enrojecidos y sus uñas rotas.

Bakugo lo miró por sobre el hombro con desdén sin que el pecoso lo notara y comenzó a acelerar el ritmo con el que subía, sonriendo ladino al percatarse de como el humano aceleraba también, intentando alcanzarlo.

—Date prisa o te abandonaré para que seas alimento de los lobos, llorón.

Ochako entró en la enorme sala del trono del aún dañado castillo de Grimrah y sintió como su espalda se tensaba al percatarse del sombrío hombre que estaba de pie al lado del rey Yagi. Tenya, que caminaba a su lado, también lucía nervioso.

Sus pasos resonaron al tiempo que la puerta del salón se cerraba a sus espaldas, habían tenido un momento difícil convenciendo a los guardias de que era urgente para ellos tener una audiencia con el rey.

—Majestad. —saludó el de cabello índigo, arrodillándose una vez llegaron al pie del estrado en el que estaba colocado el trono. Uraraka lo imitó con las piernas temblorosas. —Lamentamos presentarnos ante usted de manera tan precipitada.

El rey les sonrió tranquilizadoramente.

—¿Puedo preguntar por qué el joven Midoriya no esta aquí?

La castaña levantó la mirada.

—Él se encuentra en camino a Nasjen. —explicó, aun sintiéndose amenazada por el extraño, que los miraba con escrutinio. Aizawa, de pie al otro lado del rey frunció el ceño. —Mientras viajábamos por el bosque de Asvan hubo un percance.

—Nos topamos con Vhakan, majestad. —continuó Iida. El rey Yagi borró su sonrisa y el par de hombres a su lado tomaron importancia a las palabras de los jóvenes. —Fuimos recibidos por ellos y después presenciamos un ataque a la ciudad.

Vhakan; [Katsudeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora