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Al día siguiente, a las ocho y media de la mañana, Mikasa terminaba de colgar su última prenda dentro del clóset. Pasó alrededor de dos horas limpiando y organizando el lugar.

Cuando vio el resultado final, sonrió satisfecha.

Luego, se dirigió al baño y tomó una larga ducha disfrutando la perfecta temperatura del agua. Recordó que en su antiguo apartamento habían solo dos tipos de temperatura: fría y más fría.

Al salir, se vistió con unos jeans rasgados, una camiseta blanca y tenis del mismo color. Terminaba de amarrar los cordones, cuando su celular sonó. Era Sasha.

Sasha:
«¡Perdona por no contestar! Me asusté cuando vi tantas llamadas perdidas. Mi celular se apagó y me dormí sin cargarlo. ¿Estás bien? »

Antes de contestar, Mikasa arrugó su nariz.

Mikasa:
«Ahora sí.»

Sasha:
«¿Qué sucedió?»

Mikasa le contó todo; como la sacaron del edificio, la ayuda de Liam y, por lo visto, su nuevo hogar. También comentó que renunciaría a uno de sus trabajos. Sasha celebró ante la noticia.

Después de colgar, salió del lugar con llaves y bolso en mano. Bajando las escaleras, vio a Kuchel trabajando cuidadosamente en su jardín cortando lo que parecía ser hierba mala. La saludó con una amable sonrisa la cual fue correspondida y siguió su camino.

Primero fue a la cafetería, que a esas horas de la mañana, se encontraba relativamente tranquila. Saludó a varios de sus compañeros de turno y se dirigió a la oficina de su jefe. Después de varios reclamos por parte de Mikasa por no respetar sus descansos, horas de estudio y, algunas veces, falta de dinero en su pago y ruegos por parte de su jefe, la joven pudo salir del lugar con su último pago y con la sensación de eliminar un gran peso sobre sus hombros.

En la parada de autobús, observó el lugar. Fue el primer empleo que consiguió, la sacó de muchos apuros al igual que conoció varias amistades ahí. Sin embargo...

Al fin soy libre

No lo extrañaría. El estrés era inminente y aunque conoció buenas personas, otras eran sumamente estresantes, como Billy, o tontos abusadores de confianza.

Gruñó al recordar como Thomas siempre se excusaba diciendo que estaba enfermo o que se sentía adolorido, ocasionando que ella realizara sus obligaciones.

"¿Por qué si te "duele" el páncreas, señalas el coxis?" Solía recriminarle Mikasa, pero este sólo se encogía de hombros con una sonrisa traviesa.

Ya en el restaurante oriental del señor furukawa, le comentó que trabajaría más horas ahí, lo que significaba un aumento en su sueldo, y que se esforzaría más para lograr el tan apreciado diez de sus platillos. Él aceptó encantado. Le tenía un gran cariño a Mikasa al ser tan parecida a su difunta hija y el tenerla cerca, no le molestaba. Para nada.

Acabado el acuerdo, Mikasa se encaminó hacia al supermercado para abastecer su vacío refrigerador.

—Veamos —musitó, sacando su celular para inspeccionar la lista en el bloc de notas.

Entre más comida arrojaba a su carrito, más se preguntaba cómo cargaría todas las bolsas. Sin duda, el subir y bajar las escaleras cargándolas de a cuatro sería una buena rutina de piernas. Rio internamente al pensarlo.

¿Bolitas de colores o trigo azucarado?

Miraba un empaque y luego el otro, indecisa. Ambos le gustaban.

𝐷𝑜𝑢𝑏𝑙𝑒 𝑙𝑜𝑣𝑒 [𝐸𝑛 𝐸𝑑𝑖𝑐𝑖𝑜́𝑛]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora