Los dos meses siguientes transcurrieron muy rápidos. Quedamos en varias ocasiones, pero su trabajo la mantenía muy ocupada. Más de una vez tuvo que llamarme anulando una cita porque debía hacer un viaje u ocuparse de un imprevisto de última hora en el despacho. Debido al carácter internacional de su empresa, Juliana tenía que estar accesible a cualquier hora, atenta a husos horarios de cualquier parte del mundo, y más de una vez, como había sucedido en aquella ocasión en el pub, nuestra cena o comida se había visto interrumpida por una llamada. Al comentárselo, y preguntarle cómo podía aguantar ese ritmo, incluso en fin de semana, me miró fijamente, como si estuviera planteándose una respuesta distinta a la que al final me dio. Lo justificó diciendo que los negocios no esperaban y que, al fin y al cabo, ella había solicitado ese puesto. Tal y como lo dijo, parecía más un castigo autoimpuesto que una recompensa en su carrera, pero no quise ahondar más.
Cuando lograba tener un respiro siempre tanteaba antes mi disponibilidad. Me enviaba un e-mail o hacía una discreta llamada antes de concretar ningún plan. A veces, la cita se truncaba por un imprevisto de última hora y ante sus disculpas yo procuraba dejarle bien claro que para mí su compañía era un placer y que no me importaban las interrupciones o las cancelaciones de última hora, pese a ser una flagrante mentira. Siempre quería más: las horas con ella se me hacían demasiado cortas. Me frustraba muchísimo no avanzar hacia el lado que deseaba. Estaba claro que éramos amigas, pero eso era lo que yo más temía. ¿Y si solo quería ser precisamente eso, una amiga? Me había contado que se había mudado desde Madrid y que todavía no había logrado hacer amigos aquí. Parecía sentirse muy sola y lo comprendía, pero no podía evitar sentirme frustrada por que todo quedara en eso, en una amistad. Sabía que, para mí, ya era demasiado tarde y lo había sido desde el primer momento. Ana tenía razón al señalar mi brillo delator. Me gustaba muchísimo, era innegable. Me gustaba su carácter sobrio y contenido, me atraía esa fuerza exterior que irradiaba cuando se trataba de solventar cuestiones prácticas, el modo directo que empleaba, la seguridad que desplegaba en todo, incluso en las situaciones más cotidianas. Me gustaba la cadencia de su voz cuando una llamada interrumpía nuestra conversación, el deleite añadido de escucharle hablar en otros idiomas, su desenvoltura, su aplomo.
A veces había suerte y podía disfrutar de su compañía durante horas. Además de su trabajo y sus viajes, Juliana también debía ocuparse de acondicionar su nueva casa. Era algo que había estado aplazando o haciendo muy esporádicamente, por el poco tiempo libre del que disponía. Yo me había ofrecido a ser su guía para enseñarle la ciudad, además de acompañarla a comprar lo que quería y dedicarnos a recorrer tiendas. Juliana compraba, al parecer, con la misma resolución con la que se desenvolvía cotidianamente. En menos de dos horas había adquirido casi todo el mobiliario. Más tarde, mientras cenábamos en un italiano del casco antiguo, le hice un comentario acerca de ello.
"¿Siempre eres así, tan…?"
"¿Resolutiva?" Completó ella. Sonrió lacónicamente. "La mayor parte del tiempo no reparo en ello, ni siquiera me lo planteo. Digamos que el desenvolverte en el mundo de los negocios te fortalece el carácter. Además". Sonrió de medio lado. "No me gusta perder el tiempo".
"Sí, de eso ya me había dado cuenta". Sonreí a mi vez.
"Entiendo que pueda resultar molesto". Me miró, con un leve destello interrogante en los ojos.
"No he dicho eso".
Ella se alzó de hombros, como disculpándose.
"En mi trabajo no puedes dudar. Siempre hay alguien detrás de ti dispuesto a hacerse con tu puesto. O a cuestionarte, tan solo por ser mujer".
"¿Es duro? Tu trabajo, quiero decir".
"Es solo trabajo. Lo duro es no solo tener que demostrar que lo haces bien, sino que lo haces a pesar de ser una mujer".
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La Perfección Del Silencio (Juliantina)
FanfictionValentina, librera en una ciudad mediterránea, se enamora de Juliana, ejecutiva de una empresa internacional y recién llegada de la capital. La primera es una《romántica incurable》que valora la fidelidad en la pareja, ama su trabajo y se rodea de ami...