Las gotas de lluvia golpeaban con furia los cristales y una incesante cascada de agua resbalaba por el ventanal, como si fuera miel derramada. La tarde se había acortado precipitadamente. La luz de los relámpagos iluminaba la casa, a oscuras por el corte de electricidad. Sonó el móvil y me sobresalté. Lo cogí sin fijarme en la información de la pantalla.
"Hola".
Era Juliana.
"Hola". Dije, conmocionada. Las tormentas siempre me recordaban a ella. La lluvia, a nuestro deseo conjunto, a la primera vez que nos acostamos. "Hay una gran tormenta aquí".
"¿Cómo de grande?"
"Enorme. ¿Qué tiempo hace ahí?" Pregunté.
"¿Aquí? Llueve".
"Qué casualidad. Aquí se ha ido la luz".
"¿Estás a oscuras?"
"Ahora sí. Ahora no. Ahora sí otra vez. Es culpa de los relámpagos".
"¿No tendrás miedo, verdad?"
"Claro que no. Sabes que solo fingía para que me abrazaras".
"Siempre lo sospeché".
"¿Cómo estás?" Le pregunté. No contestó. "¿Juliana?"
"En estos momentos, indecisa".
"¿Por qué?"
"Debo hacer algo y no me atrevo".
"Mátalo, seguro que se lo merece".
Se rió con suavidad.
"Sabía que me apoyarías".
"¿Qué ocurre?"
"Estoy a punto de hacer algo que no sé cómo será recibido".
"¿Se lo harás a alguien?"
"Sí". Dijo. "A alguien que me importa mucho".
"Ah. Pues no lo mates entonces, déjalo malherido".
"Tendré en cuenta tu consejo".
"En serio, ¿de qué se trata? ¿Puedo ayudarte?"
"Sí. Pero no sé si te enfadarás".
"Sólo hazlo".
"De acuerdo. Abre la puerta".
"¿Qué puerta?"
"La de tu casa".
"No jodas, Juliana". Giré la cabeza hacia la entrada "¿Has enviado un paquete?"
"Uno algo voluminoso".
"¿No serás tú en persona, verdad?" Reí.
Era absurdo, porque ella estaba en Canadá, no hacía ni dos semanas que había regresado allí. Ambas nos encontrábamos cada vez más cómodas en el intento de rehacer nuestra relación, pero no habíamos ido más lejos. Obviamente, el estar separadas era un hándicap, pero por ahora nos conformábamos con lo que teníamos.
"Un gran paquete. O yo, en persona". Dijo.
Recordé que era especialista en volar contra el tiempo.
"Un gran paquete". Repetí. "O tú. En persona". Sentí un agradable cosquilleo en el estómago.
"¿Abres o no?"
"No puedes ser tú, ¿verdad?" Intenté recordar si en la pantalla del móvil había aparecido el «fuera de área» que indicaba una llamada desde el extranjero, pero no había prestado atención.
ESTÁS LEYENDO
La Perfección Del Silencio (Juliantina)
FanficValentina, librera en una ciudad mediterránea, se enamora de Juliana, ejecutiva de una empresa internacional y recién llegada de la capital. La primera es una《romántica incurable》que valora la fidelidad en la pareja, ama su trabajo y se rodea de ami...