Capítulo 23

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Era Juliana quien traspasó la puerta. Juanepi nos dejó a solas y yo estaba tan conmocionada que hasta dejé pasar la oportunidad de augurarle una muerte lenta y dolorosa por la encerrona. Mis ojos también se sumaron a la traición encontrando el camino hacia Juliana. Había adelgazado, el cabello oscuro le había crecido y sus ojos seguían siendo los mismos, aunque ahora aparecían unas bolsas oscuras bajo ellos, evidentes pese al discreto maquillaje que trataba de encubrirlas. Cuando mi mirada la enfrentó y vi sus ojos, esos ojos que durante tanto tiempo le hablaron al oído a mi corazón, algo dentro de mí se ahogó en un mar de miedo; miedo y amor perdido.

Ella tuvo el valor de aguantarme la mirada. Vi cómo se mordía el labio inferior y echaba los hombros hacia atrás, estirando el cuello en un gesto nervioso. Parecía como si yo la hubiese sorprendido a ella y no al revés. Me percaté de que iba vestida con un traje chaqueta arrugado. Parecía cansada o descolocada, o ambas cosas.

"Valentina". Musitó. "No te enfades con él por esto. Y tampoco con Ana, por favor".

La voz que había perdido enredada en la maraña de la sorpresa y la conmoción halló por fin el camino de salida.

"¿Qué haces aquí?" Dije entre dientes.

"Ana me llamó la otra noche muy alterada, creo que acababa de hablar contigo. Estaba muy preocupada porque no sabía dónde estabas y también estaba enfadada conmigo. Y con toda la razón. No la culpes a ella, Valentina, la culpa es solo mía. Insistí hasta convencerla de que me ayudara". No dije nada. Ella hizo un leve movimiento de hombros, incómoda. "Sé que no es justo que te haga esto, que me presente así, pero necesito hablar contigo. También sé que no confías en mí, que perdí ese derecho, pero dame una oportunidad, por favor".

"¿Ahora, Juliana? ¿Después de tanto tiempo?"

"Por favor". Susurró ella.

Cerré los ojos. Tan solo me había hecho falta un segundo para saberlo. Todos los puentes que tan a conciencia pensaba haber derribado, todos los caminos que llevaban hasta ella tan exquisitamente desmenuzados, y tan solo un segundo para comprender que todo había sido en vano.

Que Juliana solo tenía que poner un pie en mi corazón para encontrar el camino de regreso.

"Tenía miedo de que te hubiera pasado algo". Dijo. "Cuando Ana me llamó me dijo que no te encontrabas bien". Por su tono, estaba claro que Juliana sabía que mi «malestar» obedecía a una concienzuda borrachera. "Y que estabas muy alterada y yo… por un momento llegué a pensar que…". Su voz desfalleció. "Que te harías daño".

Abrí los ojos y sé que en ellos debía leerse el veneno que anticipaba el de mis siguientes palabras.

"Ah, claro. La historia de la chica suicida". La ataque sin piedad. "Maldita sea, Juliana, sí que eres inolvidable. Tanto, que lo único que nos queda a tus despechadas es quitarnos la vida, ¿no?"

Noté el sobresalto de su respiración y me arrepentí enseguida. Si la historia que le había contado a Ana era cierta, mis palabras tenían que haberle dolido. Pero no podía pensar con claridad y no me disculpé.

"Solo escúchame, por favor". Pidió. "Y después me iré, si quieres".

"Si vas a soltarme el cuento de la mujer loca vengadora, puedes ahorrártelo. Aunque no sé qué versión me gusta más, si esa o la de la ex que no podía olvidarte que me contaste a mí".

"Te mentí, sí, y lo siento. Pero lo de Franca es la verdad, Valentina. Te lo juro, te juro que no te engañé del modo que piensas".

"Lo cual quiere decir que sí lo hiciste, del modo que fuera".

La Perfección Del Silencio (Juliantina) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora