Al día siguiente, por la tarde, en la librería, León entró en el almacén donde yo desembalaba ejemplares. Se plantó frente a mí y cruzó los brazos sobre el pecho, apoyándose en la pared.
"Alguien pregunta por un ensayo sobre pingüinos gays". Se quitó la pipa apagada de la boca y me miró por encima de sus gafas de pasta. Unas arruguitas se formaron alrededor de sus profundos ojos verdes. "Supongo que es clienta tuya". Dijo con sorna, haciendo una discreta seña hacia su espalda.
Con un nudo en el estómago estiré el cuello y vi a Juliana hojeando un libro. Llevaba un traje de chaqueta oscuro, y una bolsa negra -la funda de un portátil- colgada del hombro.
"Ya me encargo yo". Dije sonrojándome.
"Será mejor que esperes a que te cambie el color de las orejas". Me aconsejó León. "Tómate un rato libre".
"Gracias".
"Y ya me explicarás lo de los pingüinos...".
"Sí, sí". Dije de forma apresurada, saliendo del almacén perseguida por su mirada socarrona.
Pese al tiempo transcurrido, era la primera vez que Juliana venía a la librería. Me acerqué y ella levantó la vista del libro.
"Hola". Saludó, sonriendo con cautela.
"Hola, qué sorpresa". Señalé su traje. "Debí decirte que no era necesaria la etiqueta para entrar. Aquí lo único ostentoso es el nombre".
"Vengo directamente desde el despacho". Explicó. "Pensé que te debía una visita. Además, te dije que había unos libros que quería conseguir". Miró a su alrededor y después a mí. "Es preciosa". Dijo en un susurro, sin apartar la mirada de mí.
"Gracias". Alcancé a decir, pese a sentir una súbita debilidad en las piernas. ¿A quién estaba dirigido realmente ese halago? Me fijé en el libro que tenía entre las manos, en busca de una tabla donde sujetarme. "¿Te interesa el diseño gráfico?"
"No lo sé. Solo lo agarré porque desde aquí podía verte mejor". Dijo con suavidad.
"Oh". No pude evitar sonrojarme de nuevo.
¿Juliana estaba flirteando conmigo?
"¿Siempre te ruborizas así?" Su sonrisa era encantadora, aunque yo estaba en un aprieto.
"Es rubor acumulado, ¿sabes? Es el más difícil de controlar".
Ella sonrió de forma luminosa ante mi desatinado comentario.
"Ya...". Cerró el libro y volvió a dejarlo en su estante. "Quería darte las gracias por lo de ayer y también disculparme por haber terminado la cena de forma tan abrupta".
"No tiene importancia".
Nos quedamos en silencio. No sabía exactamente qué parte de la conversación de la noche anterior flotaba entre nosotras, si las palabras dichas en voz alta o las que se quedaron sin pronunciar.
"¿Quieres que te enseñe la librería?" Propuse.
"Sí, claro".
En realidad, el mejor modo de enseñarla era colocarse en su centro y dar un giro de trescientos sesenta grados. Así lo hice. La llevé ahí y, tomándola por los hombros, la hice girar muy despacio. Nada más poner mis manos sobre ella noté la calidez de su piel incluso a través de la tela del traje y las aparté, temiendo que ella se diera cuenta de mi nerviosismo. Sonriendo para ocultar mi turbación, le indiqué que me siguiera. Le mostré de cerca las distintas secciones, las estanterías repletas de libros, el rincón de lectura para niños, que aún se mantenía, el suelo desgastado de roble, los objetos antiguos que se alternaban con los libros... Ella atendía a mis explicaciones y de vez en cuando se volvía y me sonreía. Yo perdía entonces el hilo de lo que trataba de explicarle y ella sonreía aún más, y entonces debíamos pasar a otra sección para que yo pudiera tomar aire, calmarme, iniciar otra explicación, ruborizarme y perderme.
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La Perfección Del Silencio (Juliantina)
FanfictionValentina, librera en una ciudad mediterránea, se enamora de Juliana, ejecutiva de una empresa internacional y recién llegada de la capital. La primera es una《romántica incurable》que valora la fidelidad en la pareja, ama su trabajo y se rodea de ami...