XIX

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Eran muchas las dudas que se le formaban en la cabeza cuando examinaba la llave en sus manos, incluso en su camino de vuelta a su cuarto, no tenía la vista en el camino, sino en ella, y a la memoria de su madre rondando como el fantasma que era en su vida.

¿Es buena idea ir? Es lo que se pregunta mientras solo son sus pasos los que hacen eco en el largo corredor que ya oscurecía debido al atardecer. Pronto sería la hora de ir a la escuela y aún no se había puesto el uniforme, perdiendo más tiempo del que suponía en la habitación de Shuu.

Sus pensamientos se detuvieron al momento en que oyó un sonido melódico de fondo, al que prestó atención para notar enseguida que provenía de un piano. Curiosa, sus instintos la llevaron hacia el origen de la pieza musical, disfrutándola. Divisó rayos anaranjados del sol poniente saliendo de una habitación con las puertas abiertas... Su destino.

Cuando se asomó, se vio a sí misma siendo cegada por la luz natural, pero no hizo falta más que un par de segundos para que se acostumbrara a ella. Percibió entonces la sombra de alguien sentada en la banqueta del piano, que tocaba efusivamente las teclas. No pudo reconocerlo debido a la intensa luz, mas obtuvo la respuesta cuando la figura habló.

—Recuerdo que odiabas las clases de piano como nadie —dijo—, y siempre me obligabas a tocar para que pensaran que lo estabas haciendo.

Erika sonrió con ironía, no creyendo que la música que la había atraído fuera obra de aquel muchacho de aura juguetona. Se acercó, de todas formas, para poder verlo con más claridad.

—Era muy divertido, verte bailar con un candelabro a cambio de que yo tocara. —Laito sonrió sin mirarla, atento en el instrumento.

—¿Ah, sí? No recuerdo tal cosa. —Ella obsrvó fascinada las manos ajenas, que se movían como si hubiesen nacido para estar en ese piano. De repente, estas se detuvieron.

—¿Te gusta como he mejorado? —Él la miró al fin, sonriendo inocentemente, aun cuando Erika sabía que se estaba burlando en el fondo por atraparla contemplando de esa forma—. Parece que sí.

Ella arqueó una ceja al verlo suponer su respuesta.

—Lo haces bien, pero creo recordar que Reiji era mejor —comentó, sonriéndole con superioridad.

—Oh, aquí vuelve la Erika que conozco, tan fría como un cuchillo de plata. —Rio el pelirrojo, apoyando su codo en su propia pierna, a la vez que su barbilla descansó en la palma de su mano. Su sonrisa no desapareció, mas su tono de voz sufrió un cambio con las siguientes palabras—. ¿De dónde venías, Erika? Que yo recuerde, tu cuarto no queda cerca de aquí.

—No tiene caso preguntar si ya sabes la respuesta, ¿verdad? —respondió, sin dejarse llevar por su repentino interrogatorio—. Pero antes de que comiences a decir tonterías, fui solo a usar el teléfono.

—No me reconforta ni un poco aunque digas eso... Ya sabes, no quiero que vuelvas a convencerte erróneamente. —Le guiñó un ojo, mientras volvía a retomar su posición inicial, extendiendo sus manos sobre el piano—. Y bien, ¿alguna petición en especial? Quizás oyendo mis sentimientos en una tonada logre ganar tu corazón, quién sabe.

La rubia se quedó enfrentando esos ojos verdes unos segundos, hasta que se convenció a sí misma que sería mala idea seguir tratando con Laito.

—Debería marcharme —dijo entonces, dando media vuelta para irse por donde vino. No obstante, el otro presente no estuvo de acuerdo con su decisión.

—Entonces, ¿qué tal una historia? —Pudo notar a su hermana caminar cada vez más lento hasta detenerse al fin—. Es ideal, suponiendo que es en esta misma habitación donde ocurre uno de los hechos... —La mirada dorada de la chica se clavó en él, con recelo—. Aun puedo ver a mi madre parada en donde estás tú, desangrándose por la puñalada de Ayato y suplicando mi ayuda. —Palabras crudas que no fueron sorprendentes para ella, lo que hizo que Laito embozara una sonrisa—. No pareces sorprendida, ¿esa persona te lo contó?

She's Gold (Diabolik Lovers Fanfic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora