Viaje

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Cuando sentí la mano de Thomas en mi cintura, sentí algo subiendo por mi espina dorsal, como una corriente eléctrica. Luego, empezó a subir la mano y cogió la mía, pero al ver mi muñeca la soltó inmediatamente. No, no me he intentado suicidar ni nada por el estilo. Lo que pasa es que soy muy descuidad. Es lo único que tengo que mejorar mi entrenamiento. Estaba frente al espejo, y apoyé las manos en la mesa, pero tenía un par de cuchillos ahí y me corté. Estúpido, sí, pero sucedió. Cuando me desperté, estaba girada hacia Tom, y su respiración se mezclaba con la mía. Me alejé un poco, y entré al baño a ducharme. Salí secándome el pelo, y Thomas ya estaba levantado, mirándose en el gran espejo de la pared. Mirando us heridas. Me acerqué y apoyé mi cabeza en su hombro.

-¿Por qué te hiciste eso en la muñeca?-me preguntó.

-Fue un accidente.

-Seguro.

-Bien, no me creas. Y ahora, fuera.

Me miró a través del espejo.

-Vale, vale. Te creo.

Sonreí.

-Eso está mejor. Y ahora  vete, quiero vestirme.

-Nadie te impide que te vistas.

-¡Thomas!

Le empujé un poco, pero creo que le di en una herida, porque se quejó y se dobló. Retrocedí lo máximo posible  hasta que estuve en la pared.

-L-Lo siento, no quería...

Me miró y me callé. Sus ojos tenían un brillo extraño. Se acercó a mí con pasos largos, hasta que estuvo en frente de mí. Tragué saliva.

-Te perdono. Pero debes darme algo.

-¿El qué?

-Algo tuyo-dijo mirando mis labios.

-¿C-Cómo qué?

Se acercó a mí y rozó sus labios con los míos, como pidiéndome permiso, y yo no se lo negué. Me besó en los labios, al principio muy suave, pero luego con algo más de fuerza. Sentí algo punzando mi estomago, pero preferí no mirar para ver qué era. Me hago una idea. Poco a poco me fue envolviendo en sus brazos, y levantándome del suelo, para luego acostarme en algo blandito y suave, me imagino qué. Tenía mis manos en su pelo, despeinándolo, y sus manos subían y bajaban por mi cintura, con un leve temblor.

-Es mejor de lo que esperaba-me dijo al oído.

-Shhh. Calla.

Empezó a bajar hasta mi cuello, y fue cuando sonó mi móvil. Lo aparté de un empujón y me precipité hacia el aparato.
*Llamada telefónica*
-Gata-dijo alguien.
-¿Qué pasa, señor White?
-Te escuchas entrecortada y algo ronca, ¿ocurre algo?
-No, estaba corriendo y me he parado al escuchar el teléfono.
-De acuerdo, no es mi problema. Tienes que llevártelo al norte. Ya. Han llegado personas a Londres para llevárselo. Tienes que irte hoy. No podéis estar allí mañana.
-¿Y adónde quieres que vaya?
-Tenemos una pequeña fortaleza al norte, ve allí. No podéis ir en coche. Para llegar hay que ir a caballo. ¿Él sabe montar?
-Y yo qué .
-De todas formas, sólo hay un caballo, así que...
-Espera, ¿qué?
-Buena suerte, Gata.
*Fin de la llamada telefónica*

Me ha colgado. Me giré hacia Tom.

-Haz las maletas. Nos largamos.

-¿Adónde?

-Tú hazme caso. Ya estoy ya aquí para organizarlo todo, tú obedece. Por favor-añadí.

Me miró un momento y después salió. Me vestí y empecé a preparar mis maletas.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora