Fiesta

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Bajé a la entrada con una camiseta blanca y unos pantalones cortos vaqueros. Dylan  me miró de arriba abajo.

-Creo que no podré separarme de ti-comentó.

-¿Por qué?

-Porque con esa ropa muchos chicos se querrán tirar encima tuyo. Yo incluido.

Me reí un poco.

-Bien, vamos.

Me cogió de la mano, y yo pensé que me llevaría a un coche, o incluso al autobús, pero me llevó todo el camino a pie de la mano. Iba a preguntarle que por qué no me soltaba, pero llegamos a la casa donde estaba organizada la fiesta. Dylan me dijo que no me moviese del salón, y eso hice. En más de una ocasión, me intentó convencer de que bebiese algo, pero me negué ya que todo llevaba alcohol, excepto el zumo, de lo que sí bebí varios vasos.

-Pero somos amigos, ¿no, Sammy?

-S-Sí-tartamudeé. Estaba muy cerca de mí, con sus manos apoyadas en la mesa, a ambos lados de mi cuerpo.

-¿Y nada más?

-¿A qué te refieres con "nada más"?

-Nada.

Estaba ya medio ebrio. ¿Hace cuánto habíamos llegado? ¿Dos? ¿Tres horas? Le cogí de la mano y lo guié hasta la puerta.

-Dylan, vámonos.

Lo llevé a mi casa, y lo dejé en mi habitación, con algo de ropa de mi hermano. Esperé veinte minutos, pero cuando entré apenas y se había quitado los zapatos. Me miró a los ojos, aunque parecía que el efecto del alcohol iba desapareciendo poco a poco.

-Te dejaré un ratillo más para que te vistas-le dije.

-Sam, espera.

Me giré, y antes de poder reaccionar siquiera, su frente estaba sobre la mía y su nariz rozando la mía.

-D-Dylan-murmuré-. ¿Qué haces?

-Me gustas, Sam. Maldita sea, me gustas. Y eso no puede ser, porque a ti te gusta Thomas, sino, no me habrías pedido ayuda.

-Solamente quería enseñarle que no puede jugar con mis sentimientos-dije.

-Ya, claro.

-Dylan, no te angusties. Eres un chico guapo, inteligente, gracioso...

-Pero no te gusto.

-Yo no he dicho eso.

-Entonces sí te gusto-sonó mucho a pregunta.

-Yo no he dicho eso-volví a repetir.

-¿Entonces puedo hacerte cambiar de opinión?

-Supongo que sí-sonreí.

Y sus labios impactaron contra los míos. No me esperaba esto como su forma de "hacerme cambiar de opinión". Pero un cosquilleo me recorrió cuando sus labios entraron en contacto con los míos, haciéndome estremecer. Estaba justo al lado de la cama, y nos sentamos (o más bien caímos sentados) en ella. Poco a poco me iba echando hacia atrás, luego podía volver a estar erguida. Mis manos estaban en su pelo. Puede que los vasos de zumo de bebí sí tuviesen alcohol, porque no estaba pensando con claridad. Dylan acabó tumbado en la cama y yo encima de él. En serio, me cuesta pensar.

-Quítamela.

¿De verdad he dicho eso? Sí, claro que lo he dicho. Es que lo pienso, ¡no pienso!

-¿No te dará corte?-me preguntó.

-¿Y a ti? ¿Te corta?

-¿Dices que si me corta el rollo el quitarte la camiseta?

-No seas cateto.

-El más... Cateto del mundo.

-Ya tardas.

Me lancé a un lado de la cama  y en un segundo, él estaba inclinado sobre mí besándome, aunque no encima. Me erguí un poco más y él también, y hasta terminamos de pie. Pasé las manos por su pelo repetidas veces, y sentía sus manos moverse por mi cintura. Moví sus manos hasta el borde de su camiseta y empecé a subirla, y él también hacía su parte al ayudarme a quitársela. Coloqué las manos tras su cuello y él sus brazos alrededor de mi cintura, abrazándome mientras de besaba. Le toqué la mejilla mientras nos besábamos, y después fui bajando las manos por su pecho hasta llegar a su pantalón; justo donde el cinturón lo cogí y tiré de él hacia mí, haciéndolo caer encima de mí sobre la cama. Me besaba desesperadamente, como si hubiese estado esperando esto hace mucho, y me moví de mi posición hasta estar de nuevo encima de él. Estaba sonriendo, y sus manos se movieron hasta las tiras de mi sujetador y bajó primero una y luego otra. Sigo sin saber por qué sonrío tanto. Me puso a su lado y se colocó encima de mí y empezó a besarme, y justo en ese momento, tocaron la puerta. Lo miré algo asustada.

-Mierda-susurré-. ¡Un momento!-a ver, a mi madre le gustaba Dylan, pero una cosa es que le caiga bien y otra cosa es que se enrolle con su hija. Lo cogí de la mano y lo metí en el armario, con toda la ropa. Y cerré la puertecita del armario.

-¿Sam?

-Eh... ¡Ya voy, ya voy!-corrí hacia la puerta y me di cuenta de que el sujetador básicamente con las prisas se me había caído. Crucé los brazos sobre el pecho, tapando que no llevaba sujetador y me dirigí a la puerta-. Vale, vamos allá.

Abrí la puerta.

-Hola-dijo mi madre.

-Hola.

-¿Qué pasa?

-Eh... Nada. Aquí, haciendo un trabajo para el insti y enviando algunos e-mails.

Después de una pequeña charla con mi madre y que se fuera, saqué a Dylan del armario.

-Lo siento-le susurré.

-Tranquila. Nos vemos mañana.

Me dio un beso en la mejilla y salió por la ventana.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora