Gregg

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Sam estaba en su habitación, con el portátil  cuando entró Hayley. Sam la miró con una ceja levantada.

-Puedes seguir la historia-dijo la adolescente.

Sam sonrió.

+++

Le di un bofetón que le dejó la cara girada, y esa zona, por momentos, se iba poniendo cada vez más roja.

-¡¿Pero qué haces?!-le chillé.

Lentamente, se giró hacia mí. Me miró a los ojos, aunque tenía los labios algo apretados.

-Ay-murmuró.

Le empujé y me coloqué la blusa decentemente. Me senté en la cama, me arreglé un poco el pelo para después coger mi móvil y dirigirme a la puerta.

-Cuando controles tus hormonas, avísame.

Y salí de allí sin más explicación.

(...)

Me encontraba paseando por la calles de Madrid, estaba en un precioso parque, el Retiro. Era enorme. No pude evitar entrar en el palacio de cristal que había junto al lago. Había peces nadando, y algunos que otros niños dándole de comer.

Me dirigí al otro lado del lago, donde había como una roca enorme que servía como de arco. Simplemente precioso. ¿Se le habrán calmado ya las hormonas a Thomas? Porque empieza a hacer frío. Me acaricié los brazos rápidamente para entrar en calor, y simplemente me dirigí a la salida del parque. Vale sólo queda llegar al hotel. Por la derecha. ¿O era por la izquierda? Arrugué un poco el ceño, pensando. Las calles estaban ha básicamente desiertas, había muy pocas personas. Creo que voy a tener que perder mi orgullo y llamar a Thomas. Él me dijo que ya había estado en esa ciudad, por lo que la conocía más que yo. Iba a coger el móvil, pero capté un movimiento al final de la calle. Era jn hombre... Y no parecía muy sobrio. No me apetecía encontrarme con él, así que eché a correr y en un intento de no dar con él, me subí a un árbol. Saqué el móvil de mi bolsillo y marqué a Thomas.

*Llamada telefónica*

-¿Sí?

-¡Thomas!

-¿Sam? ¿Dónde estás?

-Si te digo la verdad... No lo , estoy perdida.

-A ver, más o menos puedes decirme que ves alrededor, para orientarme.

-Pues... Veo el parque.

-¿Cuál?

-El del Retiro.

-Bien. Voy para allá.

-¡Date prisa! Acabo de ver un borracho y no me apetece que me vea.

-¿Y dónde estás?

-En un árbol.

-Ahora voy.

*Fin de la llamada telefónica*

Me acomodé como pude ahí arriba y sinceramente, no lo conseguí. Estuve media hora esperando, ¿tanto se tarda en llegar a un parque? Juraría que to tardé diez o quince. Al cabo de un rato, apareció un coche enfrente de la puerta del parque. Un Audi blanco con el techo negro precioso. De ese coche se bajó... Thomas. La boca se me abrió hasta el suelo. ¿Ese coche era suyo? ¿Y no me lo había dicho?

Me bajé del árbol y empecé a andar hacia él, hasta que se abrió la puerta del copiloto. Del coche salió un chico de pelo y ojos castaño claro. Era bastante atractivo. Me miró y me sonrió, pero to seguía con la boca abierta. Terminé por sonreírle y dirigí mi atención hacia Thomas.

-¿Y esto?-pregunté, señalando el coche-. ¿Cuándo ibas a decírmelo?

-No iba a decírtelo porque no es mío. Es de Gregg.

Miré al chico que había a su lado.

-Mola tu coche, entonces-comenté, él sólo rió. Volví a mirar a Thomas-. Regresamos al hotel. Ya.

Me acerqué a él, lo agarré de la mano y empecé a caminar por la calle, pero el pitido de un coche nos detuvo.

-¿Para qué crees que he traído a Thomas, preciosa?-me dijo el tal Gregg-. ¿Para que luego te lleves como si nada? No, señorita. Me ha prometido estar un par de días aquí, con su viejo amigo Gregg.

Rodé los ojos. Miré a Thomas.

-¿Es eso cierto?

-Sí.

Emití un sonido de rabia, frustración e indignación, y me subí al coche. Pero no nos dirigimos al hotel.

-¿Adónde vamos?-pregunté.

-A mi casa-contestó Gregg-. Hace mucho que no veo a Thomas, quiero hablar con él y saber cómo consiguió una chica como tú.

-No la ha conseguido, en realidad.

-Ah, pero no sois...

-No.

-Oh, creía que sí.

(...)

La casa de Gregg era bastante amplia, y unas enormes escaleras blancas se encontraban justo en la casa de entrada.

-Vaya...

-¿Te gusta, Sam?-me preguntó Thomas.

-Sí. Es enorme. Aunque sigue sin ser más grande que tu casa.

-Ya. Echo de menos estar allí. ¿Tú no?

-Sí... Además, he dejado allí mi ropa.

Se rió, y llevaba tiempo sin oírle reír. Así que no pude evitar sonreír. Gregg nos hizo entrar y nos dio habitaciones separadas, pero contiguas.

Estaba mirando una peli, que se llamaba "La última legión", y fue justo empezar y salió un chaval clavadito a Thomas. Un momento...

Salí corriendo de mi habitación y entré a la de Thomas sin llamar siquiera, él estaba con su móvil.

-¿Ocurre algo, Sam?

-¿Por qué no me dijiste que era actor?

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Espero que os haya gustado el capítulo.

El coche en multimedia, y Gregg sería... Bueno, Gregg Sulkin.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora