De huéspedes

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Estaba temblando cada vez más. La ropa mojada se me pegaba al cuerpo, y se estaba secando en él. Esto no es bueno. Después, de un rato, se oyó una voz.

-¡Eh! ¡Eh, vosotros!-nos giramos-. Venid conmigo. Os vais a resfriar.

La miré con una ceja levantada. Era una niña de unos doce años, de pelo castaño y liso largo, con unos ojos oscuros bastante bonitos. Me abracé mí misma. ¿Y el truco? Como espía he aprendido a desconfiar de la gente, pero ella no parecía mala.

-¿Dónde vives, niña?

-Un par de calles más abajo. Y no me llames niña, soy Hayley.

Sonreí.

-Yo soy Sam, y él es Thomas. ¿Decías que fuésemos contigo?

Asintió.

-Seguidme.

Durante el camino nos fue hablando un poco de su casa.

-Es bastante grande, pero no lo parece. Somos siete hermanos. Yo cuido de Agatha, es la pequeña, y nuestra niñera nos cuida a todos. Se llama Edith. Os puedo dejar el cuarto del ático, si queréis, pero es preferible la habitación de invitados. Ya hemos llegado-dijo señalando el caserón del final de la calle.

-¿Es es tu casa?-pregunté. No era tan grande como la de Thomas, pero casi.

-Sí, pasad.

Cogí a Tom de la mano y tiré de él hacia el interior. Nos guió hasta el salón, donde nos presentó a su niñera y esta nos permitió quedarnos un tiempo. Yo solamente le respondí un gracias y que de todas formas no pensábamos quedarnos mucho tiempo. Después de cambiarme de ropa volví al salón, pero sólo había uno de los hermanos. Ni Hayley ni Edith. Lo miré. Era rubio, de ojos castaños, igual que Thomas.
Este niño es un copia exacta de él pero con menos años.

Me miró un momento de arriba abajo y me sonrió. Me tendió la mano.

-Soy Owen, el gracioso.

-Ya, claro, y yo soy Megan Fox.

Me miró un momento y después sacudió la cabeza.

-De acuerdo, de acuerdo. Soy Simon Brown.

Cogí su mano.

-Sam Jones. Dime, Simon, ¿cuántos años tienes?

-14, ¿por qué?

-No sé... Pareces más pequeño.

-Suelen decírmelo. ¿Puedes acercarte?

-¿Para qué?

-Acércate.

Me levanté y me acerqué a él lentamente, hasta que estuve en frente.

-¿Qué?

-Agáchate un poco.

Hice lo que me pidió y se me quedó mirando a los ojos. Después de un segundo, sonrió.

-Lo sabía. Llevas lentillas.

-¿Qué?

-¿Síndrome de alexandría?

-¿Cómo lo sabes?

-Porque ya también lo tengo. Mis ojos no son castaños, al igual que los tuyos no son claros.

-Muy bien sabelotodo, prefiero no saber cómo lo has averiguado.

-Pues en realidad es fácil. Sólo he tenido que entrar en...

Puse la palma de mi mano extendida en vertical frente a él.

-No quiero saberlo.

-¿Cuántos años tienes, Sam?

-17, ¿por qué preguntas? ¿Me quieres conquistar?-dije algo socarrona.

Me miró a los ojos y supe que había acertado.

-Ay, Dios mío... ¿Me quieres conquistar?

-Y no dudes que voy a conseguirlo.

Me reí.

-Suerte con eso, Simon.

Me levanté y me dirigí a la escalera.

-Eh, Sam.

Me giré.

-No dudes que vas a caer a mis encantos.

Sonreí y subí la escaleras hasta la habitación de invitados.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora