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-Por esa razón X es igual a 15, Y es igual a 9 y Z igual a 2-clase de matemáticas. El mayor horro del mundo. Justo sonó el timbre. Por fin-. Vale. Haced los ejercicios de la pagina 150. Hasta mañana.

Recogí mis cosas y salí al pasillo, donde encontré a Dylan. Me acerqué y enganché su brazo con en mío, en un gesto cariñoso bastante anormal en mí. Me miró mientras sonreía, algo divertido.

-¿Te encuentras bien?-me preguntó.

-Claro, ¿por qué no debería estarlo?

-Has enganchado tu brazo con el mío. Así que repito: ¿de verdad te encuentras bien?

-Que sí.

-Si tú lo dices...

-¿Vienes esta tarde a mi casa?

-Eh...

Puse cara de cachorrito.

-Por favor.

Suspiró, algo resignado.

-Está bien.

(...)

Justo cuando llegó Dylan, mi madre estaba por poner unos vídeos de cuando mi hermano y yo eramos más pequeños. Empecé a decirle que no, pero Dylan dijo que quería verlos y al final los puso.

Ahora mismo estamos sentados en el sofá, con Dylan a mi derecha y Oliver (mi hermano) a mi izquierda.

Estaban por empezar.

(...)

En el primer vídeo estamos mi hermano y yo comiendo, y de un momento a otro, mi hermano coge un puñado de arroz y me lo pasa por el pelo.

-¡Eh!-exclamo, y le empujo haciéndolo caer de la silla.

En el siguiente vídeo estamos en el sofá con mi padre, yo sentada en el reposabrazos y él de pie. Entonces, de repente, puso una mano a un lado de mi cabeza y me empujó. Trastabillé y me levanté del reposabrazos, a punto de caerme. Lo miré y me tiré encima. La cámara se acercó corriendo, para vernos a mi hermano y a mí detrás del sofá. Él tumbado en el suelo y yo sentada a horcajadas sobre él, mientras que Oliver sujetaba mis muñecas, porque quería llegar a su cuello. Se oyó una risa de fondo en  vídeo.

En el tercero estábamos en el coche. Mi hermano estaba sentado sujetándome los tobillos, porque quería patearlo. Yo esgbaa medio tumbada en el asiento.

-¡Parad, parad!-decía mi madre.

-¡Empezó él! ¡Estaba pegándome!-decía yo.

-¡Eso no es verdad!

Seguíamos forcejeando.

En el cuarto vídeo estábamos en la habitación que teníamos cuando eramos pequeños, compartíamos cuarto. Estabmso frente al espejo. Él me empujaba y yo caía al suelo, dándome en las rodillas al caer. Pude oír mi gemido de dolor. Después me puse de pie, y lo empujé a él hacia un lado. Se cayó sobre su rodilla y al intentar ponerse de pie, se le abrieron las piernas y emitió un pequeño gritito ahogado. Después, se puso yfe pie y me tiró al suelo, yo medio acurrucada en el suelo y él con sus piernas a ambos lados de la mías, pegándome.

-¡Para!-le decía.

Y el ultimo no era muy largo. Salimos fulminándonos con la mirada y discutiendo un poco. Él estaba sentado en la mesa terminando sus deberes. Yo estaba con un móvil. De un momento a otro, grité.

-¡MAMÁ!

(...)

Mi hermano y yo nos miramos. Por lo menos ahora nos llevábamos bien, como lo mellizos que nuestra madre quería.

-Erais unos trastos-comentó Dylan.

-Siempre empezaba él.

-¿Qué? Eso no es verdad.

-No, vaya-dije-. Empezabas tú empujándome o pegándome. Así que nos peleábamos por tu culpa.

Me miró con  la ceja alzada. Lo que más me gustaba de mi hermano eran sus ojos, muy azules, como yo debería tenerlos si no usara lentillas. Pero los mios eran morados. Aunque no me quejo.

-Sam, el señor White quiere verte-dijo mi madre.

-¿A mí?-dije. Vale, eso ha sonado, obviamente sí.

-No, a la vecina-dijo mi hermano. Me puse un dedo en los labios en dirección a él, mandándolo callar.

-¿Para qué?

-Ni idea, hija-respondió mi padre-. Pero cuánto antes llegues, mejor.

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Hola, siento haber estado ausente, y la mala noticia es que estaré un poco más ausente debido a que tengo esta semana con exámenes.

Oliver en multimedia.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora