"Gregg no es de fiar"

895 48 1
                                    

Thomas primero frunicó el ceño y luego levantó las cejas, sorprendido. 

-¿No lo sabías?-preguntó divertido.

-¿Tengo pinta de haberlo sabido?

-No-dijo riéndose. Lo miré y paró de reír-. ¿En serio no lo sabías? Yo diría que soy bastante famoso, la verdad.

Negué con la cabeza.

-No, en serio no lo sabía. Por si no lo sabes, soy espía. Me concentro más en mi entrenamiento que en lo que pasa en el exterior. Conozco lo justo.

-Ya veo. 

-Sí-me encogí de hombros-. Supongo que yo no lo sé todo sobre ti, ni tú sabes todo sobre mí.

-¿Tengo que saber más?

-De momento, no. Lo averguarás en su día, si es que lo haces. Ahora, buenas noches.

-Buenas noches.

Y salí de su habitación cerrando la puerta suavemente. Cerré la puerta de la mía una vez dentro y me tumbé en la cama.

Pobre Rómulo el de la peli. Está todo el día en el suelo. Llegan los Godos a por él, en el suelo. Ambrosino lo protege, al suelo. Descubre donde está la espada, termina en el suelo.

Apagué la tele y me giré en la cama, dispuesta a dormir. No obstante, no podía. Y mi móvil sonó.

*Llamada telefónica*

-¿Sí?

-Te había dicho que trajeras a Thomas aquí, Gata.

-Lo siento señor White, pero no voy a hacerlo.

-Ah, venga ya, Sam. ¿No me digas que te has enamorado?

-...

-¿En serio? ¿La Gata se ha enamorado? ¿Qué pasó con aquella chica que decía que es mejor estar sola?

-Esa chica se equivocaba. 

-Sam, en serio. Tienes que traerlo de vuelta ya. Sé exactamente dónde estás, ponte el traje y os vais. Tienes que traerlo.

-No. Me habéis retirado de esta misión, no tengo por qué hacerte caso.

-¿Quieres volver a llevar esta misión? De acuerdo, es tuya. Pero sal de allí ya, Gregg no es de fiar, él es uno de ellos. 

-¿Uno de quién?

-Uno de ellos. Quiere entregar a Thomas. No confíes en él, y haz que Thomas tampoco lo haga, tenéis que iros de su casa ya. 

-Eh... Vale, vale.

-Sam, corre. Tenéis poco tiempo.

-Vale. Y... Señor White.

-¿Sí?

-Gracias.

*Fin de la llamada telefónica*

Y colgué. Hice lo que pidió y me puse el traje, y salí siligosamente de mi habitación para ir a la de Thomas. Entré rápidamente y la cerré. Me miró un segundo de arriba abajo y después me miró a la cara.

-¿Y esa ropa?

-Traje de espía. Levanta, nos largamos. 

-Pero le prometí a Gregg...

-Escucha-le corté, acercándome a él mirándole directamente a los ojos-. Nos largamos. Gregg no es de fiar. Sólo nos ha engañado.  Es uno de ellos, uno de los que quieren atraparte.

-¿Segura?

-Sí. Me lo ha dicho el señor White. 

-¿Y cómo te fías de él?

Retrocedí un paso y lo miré, incrédula.

-Es mi jefe. Debo creerlo, tengo que creerle.

Me miró un segundo y después asintió. Le lancé un traje igual al mío, sólo que para chico. Lo miró y después me miró a mí.

-¿Y esto?

-Créeme, es mejor que cualquier ropa que lleves. Te protege del calor y también te protege del frío.

-Vale, pues me lo pondré.

-Te espero fuera un segundo. Cuando te cambies me haces pasar, saldremos por la ventana. 

Salí y dos minutos después, Thomas me hizo pasar. Había cogido un par de cuchillos para mí y otros dos para Thomas. Una vez dentro, le di dos a Thomas y le indiqué que se los guarde. Me recogí el pelo en una coleta y abrí la ventana.

-¿Listo, Tommy?-le dije.

-¿Tommy? ¿No era Tom?

-Tommy, Tom... ¿Qué más da? Sólo es un nombre. ¿Estás listo?

-Sí.

-Vale. Vamos allá. Voy a bajar y después saltas tú. Yo te recogeré.

-Creo que te tiraré al suelo en cuanto salte, ¿no crees?

Sonreí y me coloqué en el alféizar, lista para saltar.

-No lo sabes todo sobre mí. Nos vemos abajo.

Y salté. Caí de cuclillas, y miré hacia arriba para ver si Thomas bajaba. Me miró algo inseguro, pero después saltó. Terminó en mis brazos a modo de princesa. Le bajé y me di la vuelta. Empecé a correr un poco hasta llegar a la puerta. Salimos y miré a mi alrededor. Todavía era de noche. Me giré hacia él.

-Hay que darse prisa. Quiero llegar al aeropuerto para comprar un billete de avión. Vamos.

Me agaché un poco y él me miró.

-¿Qué haces?

-Sube-le dije-. Y agárrate fuerte.

-¿Por qué...? ¡AHHHHH!-su grito me ha dejado sorda.

Había empezado a correr a una velocidad sobrehumana. Thomas se agarraba a mí como si su vida dependiese, aunque indirectamente, lo hace. Si se cae a esta velocidad, adiós Thomas.

-¿Qué eres?-me preguntó al oído.

-Yo formaba parte de la clase infantil de espías cuando era niña, y corríamos más peligro que los adultos al llegar a sitios que ellos no podían, por lo tanto, se puede decir que experimentaban con nosotros, como si fuéramos ratas de laboratorio.

-Eso no explica lo que quiero saber.

-Soy biónica, Thomas. Imagina que una chica de la próxima generación de la raza humana está cuidando de ti. Porque así es.

-Genial, ahora me quedo mucho más tranquilo.

-Me voy a dar más prisa, ¿vale? En un par de minutos estaremos allí.

---------------------------

El traje de Sam en la foto.

La guardianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora