VI - Dobles Intenciones (Tsukishima X Kuroo)

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Parte 1

Último año de carrera, un trabajo a media jornada y un apartamento pequeño pero confortable. Cuando me preguntan por mi vida es así como la resumo.

Soy un universitario de matricula que posee la habilidad de provocar a cualquiera con tan solo abrir la boca. Realmente soy feliz tal como vivo.

Salgo del ascensor y camino hasta la puerta de mi apartamento en la octava planta. Meto la llave en la cerradura y mientras que lo hago me llega un mensaje al móvil. Es de uno de mis compañeros de trabajo que me avisa de que hoy llegue lo más pronto posible por culpa de que andamos cortos de personal.

Dejo el móvil, la mochila, los auriculares y la gruesa chaqueta en el sofá. Elevo los brazos por encima de mi cabeza y estiro la espalda antes de observar el reloj de pared del pequeño salón-cocina. Aun me queda tiempo suficiente para ducharme y cenar antes de irme a trabajar.

Desde que me mudé a Tokio, por los estudios, no extraño el silencio de Miyagi, ni tampoco su quietud. Hace un par de años que el bullicio de Tokio me parece más atractivo que la paz que se respira allí, por eso mismo decidí estudiar aquí.

Mi pequeño amor por el ruido de Tokio también está asociado a que trabajo en un club nocturno. No entro a trabajar en el horario de madrugada porque entonces no podría compaginarlo con la universidad, y también porque es un incordio tener que lidiar con todos los clientes ebrios a altas horas de la madrugada.

A pesar de ello, es bastante extraño que confiese todo esto delante de mis amigos o de mi familia, por que ellos siempre me han visto como un chico reservado y tranquilo. Por eso mismo cuando les digo en donde trabajo y lo mucho que me gusta Tokio por su estilo de vida, piensan que soy otra persona totalmente diferente.

Que la ciudad me ha cambiado. Que estupidez.

Ser reservado y calmado la mayor parte del tiempo no quiere decir que te guste vivir en un lugar apartado del mundo y sin movimiento. Al fin y al cabo soy un ser humano y, como todos, buscamos la compañía del más seres semejantes, pero sin que rompan tu propia armonía.

Es un estilo de vida ermitaño, supongo.

La bañera está preparada. Me desvisto con rápidos movimientos y dejo las gafas en una pequeña banqueta antes de asearme.

Ahora que estoy pensando en todo esto, me sorprende que mi hermano no haya venido a visitarme. Hace un par de meses que vino para ver como compaginaba mi vida universitaria con tener un sueldo y un apartamento que mantener.

A ver, la renta no es muy elevada para una única persona en un apartamento con una habitación, un baño y un salón-cocina en donde se mueven dos personas con cierta facilidad. Está bien, hay un par de bocas de metro cerca y, si algún día me apetece, el trabajo me queda a 20 minutos andando.

No es complicado mantener algo así en la zona en la que vivo.

Volviendo al punto, mi hermano no ha vuelto a mostrar intenciones de venir. ¿Debería esperarme una visita sorpresa? Probablemente, mi cumpleaños está cerca y él tiene un gran afán por darme sorpresas de todo tipo.

Aun puedo recordar la sorpresa del año pasado con demasiada nitidez.

Me apunto el comprar cervezas para una posible visita mientras que me limpio los restos de jabón.

Una vez que termino de asearme me sumerjo en la bañera soltando un suspiro de felicidad. Adoro los pequeños instantes del día a día como este. Es tan gratificante sumergirse en el agua caliente después de un largo día, aun que aun me quedan un par de horas para darlo por finalizado.

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