VI - Dobles Intenciones (Tsukishima X Kuroo) 2

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Parte 2

Llego al edificio luego de estar gran parte de la tarde estudiando en la biblioteca con Akaashi. Ambos estudiamos en la misma universidad, pero diferentes carreras.

Nos conocimos por esas pequeñas casualidades de la vida y acabó siendo una de las personas en las que más confío. Él, al igual que yo, es bastante reservado con su vida privada y tiende a ser directo con todo lo que dice.

Al principio no congeniábamos mucho por parecernos a la hora de comunicarnos, pero cada uno se fue abriendo poco a poco al otro de una forma natural y sincera.

De hecho, mientras que estoy pensando en ello, he caído en la cuenta de que cuando lo conocí también me pareció un chico muy atractivo. No pensé en él como un posible lío de una noche, pero sí debo reconocer que aun me asombra esa sensualidad que desprende.

Sin duda Akaashi es el novio que todos querrían tener.

A medida que subo en el ascensor, desvío mis pensamientos a lo ocurrido ayer.

Tras la despedida de mi vecino, me levanté como alma que lleva el diablo y cerré la puerta con llave y la puerta del balcón bajando el pestillo. No quería encontrármelo saltando a mi balcón en plena noche o algo por el estilo.

No podía dejar de pensar en que él seguía siendo un desconocido y que generaba en mi cierta molestia por haberse tomado la libertad de entrar en mi casa y ayudarme sin habérselo pedido.

Me metí en la cama con un punzante dolor de cabeza, creyendo que unas horas de descanso serían suficientes para aclararme, pero no conseguí grandes progresos. Pasé una mala noche, dando vueltas en la cama y con mi inconsciente divagando con escenas de mi vecino.

El ascensor se detiene y salgo al pasillo notando una punzada de dolor en la sien.

Entro en el apartamento y enciendo la luz con la mano que tengo libre. Cierro la puerta con el pie y me sumerjo en la estancia principal cargado de bolsas y con la espalda matándome otra vez.

Dejo las bolsas en la encimera y me deshago de la mochila, el abrigo y por último los auriculares. Tengo que estirar los brazos y la espalda hasta que siento como crujen porque no aguanto más el dolor.

- Al final voy a tener que ir a un fisioterapeuta.- murmullo en voz alta mientras que camino hacia el cuarto.

Una vez cambiado de ropa, vuelvo a la cocina para preparar la cena. En el proceso, mis cavilaciones vuelven a la promesa de mi vecino de que volvería hoy. El simple hecho de volver a escucharle ya me está molestando, sobre todo porque no lo entiendo. No entiendo porque su insistencia ayer, tampoco su maldito tono burlón con esa sonrisa y mucho menos entiendo porque actúo así, como un adolescente hormonal.

Lo que no entiendo me molesta, sobre todo las personas que se creen con el derecho de provocarme.

Dejo la televisión de fondo en el primer canal que encuentro y ceno repasando mi horario de mañana. Hoy nos confirmaron que mañana no habría clase por la mañana, así que aprovecharé para estudiar y luego prepararme para una jornada intensiva en el trabajo.

Tengo que recuperar lo de ayer.

Suspiro pesadamente al pensar en todas las horas que permaneceré de pie y por un instante me recorre un calambre en la pierna derecha, recordándome que aun no estoy curado del todo.

El timbre suena segundos después, despertándome de mis reflexiones. Alejo los ojos del punto inconexo que estaba mirando y me levanto con intenciones de abrir la puerta. Llego, agarro la manilla y cuando estoy en proceso de abrir la puerta, recuerdo las palabras de mi vecino.

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