CAPÍTULO 8

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Cristian todavía estaba algo sensible por la llamada a Cassie. Estaba sensible, triste, enojado... Muchas emociones estaban jugando dentro de él. ¿Por qué lo había hecho? Ni siquiera él lo sabía. Tal vez, él solo quería oír su voz una vez más.

«La muy perra te traicionó y te condenó a más de 5 años en el infierno y ¿tú aún piensas en ella? ¡Por el amor de dios! Deja de ser tan débil», lo regañó su subconsciente.

Y él sabía que tenía razón.

En la cárcel le otorgaban una llamada a la semana. Él nunca las había usado porque no tenía a quién llamar realmente. Roy estaba muerto, Dante se había desvanecido como el maldito polvo, Claudine estaba claramente de su lado y Cassie...
Los primeros años había considerado llamarla, pero tuvo la misma larga discusión con su subconsciente. Y nunca lo hizo.

Y ahora la llamaba, ¿con qué objetivo?

Estaba caminando, hundido en sus pensamientos, por los pasillos de la guarida hacia su habitación mientras saludaba a los guardias con la mano. Finalmente, llegó a un pasillo vacío de guardias, a cortos pasos de su habitación, cuando Violet, la novia de Benjamín, apareció frente a él sonriendo.

Era una mujer realmente hermosa y muy similar a una Barbie tamaño real. Era rubia, tenía enormes pechos redondos, cintura muy estrecha, largas piernas y un hermoso trasero. No era nada despreciable. Vestía un vestido rojo brillante ajustado al cuerpo con un gran escote.

—Hola, Cristian —dijo ella.

—Violet —respondió él con una inclinación de cabeza y pasó a su lado para continuar su camino, pero ella se puso frente a él de nuevo.

Mierda.

Ella empezó a recorrer su pecho con las manos mientras sonreía.

—Te vi muy tenso en estos días, cariño. Deberías aprender a divertirte. Si quieres, te enseño —dijo ella.

Violet movía sus manos con demasiada libertad por su pecho. Cristian las tomó de las muñecas y levantó sus manos juntas delante de su cara. Los ojos de ella se abrieron, sorprendida.

—Sé que estás con Benjamín. No tengo deseos de muerte, ¿sabes?

Cristian soltó sus muñecas y la miró severamente. Ella se achicó un poco, pero no cedió. Aún sonreía.

—Pero él no me entretiene como debería. Siempre dice que tendremos sexo cuando vuelva de trabajar y casi nunca ocurre. Él nunca se enterará, te lo prometo. Duerme al otro lado de la guarida y estaré de vuelta antes de que él se de cuenta.

Cristian no respondió. Necesitaba olvidarse de Cassie, así que lo estaba considerando. Cristian desvió la mirada hacia el final del pasillo y las manos de ella volvieron a su pecho.

—¡Vamos! Déjame ayudarte a olvidar a esa traidora.

Cristian la miró. Había dado en el blanco.

Cristian miró a ambos lados del pasillo comprobando que no había nadie. Él tomó su mano y la condujo hasta su habitación, que estaba a pocos metros de donde estaban.

Cassie no pudo dormir nada esa noche y se terminó despertando, sorpresivamente, a la madrugada. Estaba decidida a dirigirse al baño para lavarse la cara y satisfacer algunas necesidades fisiológicas, por lo que se levantó de la cama.

Caminó a hurtadillas para no despertar a nadie y, en medias, comenzó a caminar por el largo pasillo, pero algo la detuvo. Una puerta.

Una puerta negra que nunca había visto desde que llegó y la llenaba de curiosidad.

CASSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora