CAPÍTULO 13

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Cassie todavía estaba en shock. Tal vez, alguien creyó que iba a ser divertido o incluso irónico que su final fuese donde todo comenzó. Para que sintiera que "moría en casa" o alguna mierda retorcida como esa cuando la verdad era que ni sabía dónde estaba y tampoco le importaba en aquél momento.

En este momento, Cassie y Brandon estaban atravesando el bosque yendo hacia donde estaban estacionados los autos de los federales y la policía de Los Ángeles. Cassie llevaba puesta la campera de Brandon sobre sus hombros y él la sostenía. Realmente hacía algo de frío para estar tan suelta de ropa.

Cuando llegaron al auto en el que habían venido con Brandon, Dante estaba parado frente a él discutiendo con otro federal que, al parecer, era el mismo que la había estado mirando fijo el día que se organizó el operativo.

El segundo federal tenía ambos brazos en jarra y abría mucho los ojos mientras Dante intentaba explicarle algo que Cassie no llegaba a escuchar.

Cuando Cassie entró en el campo de visión de Dante, éste abrió mucho los ojos, detuvo su fervorosa explicación y corrió a darle un fuerte abrazo envolviéndola con sus brazos.

—¡oh dios mío! ¿estás bien? ¿cómo estás? ¿Te hicieron algo? ¿tienes frío? ¿Por qué no respondes mis preguntas? —empezó a decir él mientras comprobaba su cuerpo por heridas de algún tipo.

Cuando Dante estaba nervioso por algo, hablaba rápido y sin parar. Cassie rió.

—Estoy bien. No me hicieron nada y ahora mismo no tengo frío.

Dante volvió a abrazarla.

—¡Ay qué bueno que estás bien! Estaba tan preocupado.

Cassie se sentía feliz por tanta demostración de afecto porque realmente la necesitaba, pero había un solo tema que ahora mismo rondaba en su cabeza, así que tuvo que romper el afectivo abrazo de Dante para demandarlo.

—Dante, escúchame. ¿Dónde está ella? Quiero verla.

Dante sonrió y asintió con la cabeza.

—Acompáñame —dijo él y tomó su mano conduciéndola a un auto ubicado al final de la caravana de autos negros. 

Finalmente, se detuvo frente al último auto y pudo ver a un federal, que ella no conocía, discutiendo con una figura femenina con lentes negros, un gran tapado negro y una peluca castaña clara.

—¡No puedes dejarla allí dentro! ¿Qué clase de hombre de ley eres tú? Escucha, si ninguno de ustedes irá a rescatarla iré yo —le decía ella. Cassie no pudo evitar sonreír ante la escena.

El federal la tomó de los brazos para detenerla.

—Espere, señorita. Debe esperarla. Usted no puede solo ir y...

—¡Pues si nos quedamos aquí tal vez nunca llegue! ¿Entiende? Quíteme sus sucias manos de encima.

Cassie decidió terminar con la situación y se acercó al campo de visión de Claudine, ella la vio al instante y sus miradas se cruzaron.

Claudine quedó petrificada y el federal que la sostenía la soltó.

Claudine se quitó la peluca, los lentes y el tapado con fuerza y los tiró al suelo. Se tapó la boca con una mano y comenzó a sollozar. Cassie sonrió y lloró al mismo tiempo abriendo los brazos para ella.

Claudine corrió hacia ella y se le abalanzó.

Nunca había recibido un abrazo tan cálido. Lleno de dolor. Un dolor compartido.

—¿Estás bien? —le susurró Claudine al oído.

—Si, lo estoy. En todo sentido.

El agarre de Claudine se apretó un poco más y Cassie no quería soltarla nunca. Sentía que si lo hacía ella se le volvería a escapar.

CASSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora