CAPÍTULO 12

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El FBI no se caracterizaba por pasar desapercibido.

Para llegar a la guarida de Graves, el FBI había formado una caravana de varios autos negros muy largos con ventanas polarizadas. Brandon, Cassie, Dante y el hombre que miraba a Cassie en la sala, cuyo nombre aún desconocía, iban en el primer auto, seguidos por el Agente McCartney y demás uniformados.

Cassie notó que su corazón iba a doscientas millones de revoluciones por segundo y sudaba como un puerco.

Unos minutos más tarde, comenzó a mover la pierna frenéticamente.

—¿Puedes calmarte? Todo saldrá bien —le dijo Brandon.

Cassie sonrió sin alegría.

—No puedo creer que me hayas dicho eso.

—Yo solo...

—Cállate, Miller. Hazme ese grandísimo favor.

Brandon levantó las manos en señal de rendición.

El resto del camino transcurrió en silencio y Cassie solo podía oír el retumbar de su corazón en su pecho.

Cassie había traído su arma. Si bien el plan consistía en que ella se entregara, nadie le había dicho cómo hacerlo, lo cual la alegraba. No le gustaba que le dijeran cómo hacer su trabajo. De todas maneras, ella tenía un plan que no podía fallar.

Finalmente, el auto se detuvo detrás de un ancho árbol a metros de la entrada de la guarida. Cassie se giró sobre su asiento y pudo ver cómo los demás autos también se detenían.

Cassie vio cómo algunos uniformados se organizaban para bajar de sus autos, pero ella sabía que si lo hacían tirarían su plan por la borda, así que presionó el botón en la radio, el que Brandon le explicó que era para comunicarse con los demás Agentes, y habló.

—¡Oigan, oigan! Les habla Cassandra Parker. Sé que tienen un plan en mente, pero déjenme entregarme primero, ¿de acuerdo? Si salen ustedes primero, echarán todo a perder. ¿me oyen?

—Aquí Agente McCartney. Entendido, Parker. Esperaremos tu señal.

Ella retiró el dedo del botón de la radio y respiró hondo.

«Voy a hacerlo. Puedo hacerlo» , se dijo a sí misma.

—Lo harás bien —le dijo Brandon poniendo una mano sobre su brazo.

—Suerte, Cassie —le dijo Dante, desde el asiento trasero, y ella le sonrió.

Sin embargo, no se le pasó por alto el hecho de que el desconocido Agente sentado al lado de Dante no le había dicho nada.

Cassie se bajó del auto cerrando la puerta detrás de ella.

Era una noche muy linda y despejada con un clima hermoso y un cielo lleno de estrellas. Recordaba cuánto amaba caminar con Cristian por la guarida en noches como esta.

Ella iba vestida con una remera rosa claro con tres botones en el pecho, unos jeans rasgados y zapatillas negras.

Mientras caminaba los metros que separaban los autos de la puerta de la guarida, Cassie respiró hondo y miró el cielo.

«Hermosa noche», pensó.

Ya estaba a pocos centímetros de la entrada cuando vio los puntos rojos de láser en su pecho de los francotiradores que estaban en el techo del edificio principal. Por delante de ella, pudo ver cómo se iban acercando guardias apuntándole con sus armas.

Cassie llevó una mano a su arma, ubicada en la parte trasera de su cintura, y la elevó en el aire mostrándosela mientras agachaba la cabeza mirando al suelo.

CASSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora