1º Nuevo hogar

591 64 35
                                    


1º Nuevo hogar

La ceremonia fue muy fría, tan solo asistieron el señor Darcy, la señora Wickham, el señor Collins, que oficiaba la boda, y el coronel Fitzwilliam y la señorita de Bourgh como testigos, nadie más fue testigo de aquel enlace, no hubo miradas de amor o cariño, ni palabras tiernas, y Lizzy sintió que su mundo se derrumbaba ante el futuro que se le había impuesto.

Tras la ceremonia, el caballero que ahora era su esposo se marchó rápidamente a Pemberley a tratar unos asuntos, dejando a su primo al cargo de escoltar a su esposa y sus hijos hasta su nuevo hogar.

Mientras recogía sus cosas y las de sus pequeños de casa del señor Collins, el coronel no perdió detalle de todo lo que veía. La mujer estaba realmente angustiada con lo sucedido, pero aun así, aceptó lo que le había tocado con resignación, y preparó sus bártulos mientras atendía a esos pequeños, que no dejaban de sonreír y llamarla.

Al coronel le pareció una mujer muy fuerte, que no lloraba ante las adversidades solo por el hecho de que le tocaba vivirlas, y estaba seguro de que su primo iba a tener más quebraderos de cabeza de los que esperaba. También vio como Collins no dejaba de ir tras ella a echarle cosas en cara y ella, sin ningún miramiento, se defendía con palabras claras y concisas, mostrando un carácter fuerte e indomable.

Pensando que aquella mujer parecía una buena chica, y no un monstruo igual a su difunto esposo, tal y como pensaba Darcy, decidió que durante el trayecto hacia Pemberley le daría conversación, pues por lo que veía, valía la pena conocerla.

Una vez estuvo todo listo, el coronel le indicó el camino hacia el carruaje, donde ya estaban colocadas todas sus pertenencias. Queriendo ayudarla, tomó a los dos niños en brazos mientras ella ascendía, pero fue interceptada por su primo.

-Espero, querida prima, que no olvides todo lo que he hecho por ti durante el tiempo que has vivido en mi casa.

-Y yo espero que recuerdes que yo no poseo ni una sola libra, el dinero pertenece al señor Darcy y no pienso pedirle ni un centavo- Le respondió con seguridad- Tú me has obligado a casarme con ese hombre, que está claro que me desprecia, así que si quieres dinero, pídeselo tú mismo.

-¡Eres una maldita desagradecida! ¡He conseguido que tú y tus hijos tengáis una casa mejor de lo que jamás habrías soñado! ¿Y así me lo pagas?

-Yo no he pedido esto, no lo quiero- Le espetó enfadada- Mi intención era volver a Longbourn, como bien sabes, y lo hubiera hecho en cuanto hubiera aclarado las cosas con mi padre- Lo miró con desprecio- Y mientras he estado aquí he limpiado, he cocinado, he hecho la colada... Por mi parte no vas a tener nada más, así que si esperabas que intentara convencer al que por tu culpa es ahora mi marido, ya puedes esperar sentado, porque eso no ocurrirá- Y sin más, se soltó de su agarre y terminó de subir al carruaje, dejando al hombrecillo rojo de furia.

El coronel, maravillado por la facilidad de palabra y la convicción que presentaba esa mujer, le cedió a los dos pequeños y se acomodó frente a ella, y dando unos pequeños golpes a la puerta, el cochero emprendió el viaje a Pemberley.

Durante los primeros minutos, ambos permanecieron en silencio, pero Lizzy se sentía algo incómoda, pues el oficial en cuestión no dejaba de observarla con gran fijación. Cuando no pudo aguantar más esa sensación, en un tono no muy alto para no despertar a sus hijos, que se habían dormido en sus brazos, se decidió a hablar.

-¿No sabe que es de mala educación quedarse mirando a una mujer a la que no conoce de la forma en la que usted lo hace?

-Le ruego que me disculpe, señora Darcy, no estoy muy acostumbrado a ver a mujeres como usted- Se disculpó sonriente.

Matrimonio con hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora