Día 3

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- ¡Sinjin! ¿¡Qué haces en mi casa y por qué traes puestos los tacones de mi hermana!? –

- ¡Cállate flaca lombricienta! – Me contestó él.

¿Qué? ¿Lombricienta?

- ¿Qué demo... - Mi frase se vio interrumpida cuando el chico me abofeteó con una trucha gigante.

Oficialmente, no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

Y encima estaban tocando el timbre insistentemente.

- ¿Quién toca de esa manera? – Abrí las puertas y me tragué mis palabras junto con el oxígeno que restaba. – ¿Abraham Lincoln? –

Un momento... Esto no puede ser otra cosa más que...

¡UN SUEÑO!

¡ESTOY SOÑANDO Y SOY CONSCIENTE DE ESO!

- Buenas tardes señorita, ¿se encuentra...? –

- Quiero que te conviertas en alguien super atractivo – Ordené, puesto que era un sueño y yo podía controlarlo.

- Ok, como guste – Asintió el sujeto, haciendo una reverencia con su sombrero mientras una explosión de humo lo envolvía.

- ¿Qué diablos hago aquí? – Cuando el humo se disipó pude ver a...

- ¿¡JADE!? – Mi mandíbula casi se desencajó. - ¿Qué diablos haces? –

- No lo sé, tú dime, es tu sueño – Dijo ella entrando a la casa.

- Yo... Yo pedí que apareciera alguien super atractivo – Ella rió.

- Ya entiendo – Conservó una sonrisa de elogio que nunca le había visto – Bueno, aquí me tienes, justo en tu sofá – Extendió sus brazos en todo lo largo y cruzó las piernas mientras continuaba mirándome.

Este sueño se estaba tornando muy, MUY, extraño.

- ¿Y se supone que tú vas a hacer lo que... -

- Lo que tú quieras, Vega – Dijo ella, mientras yo me acercaba de frente. Era una locura lo real que se veía todo.

- Quiero que me digas Tori –

- De acuerdo, Tori – Obedeció

El tono sensual no era parte de la orden, pero estaba bien, supongo.

- Entonces harás todo lo que yo te pida... - Medité.

- Esa es la idea –

- Ponte de pie – Probé y lo hizo – Acércate un poco más a mí – Lo hizo sin quejas.

Esa no podía ser Jade.

- Ahora dame un abrazo – Probé aquello que Jade jamás aceptaría.

Y lo hizo.

- Dios... ¿Por qué se siente tan bien? – Pregunté para mí misma.

- Estoy de acuerdo – Respondió ella.

Cuando nos separamos, no supe qué más pedirle o decirle. Nos quedamos paradas mirándonos fijamente de cerca. Se suponía que por ser un sueño su rostro debería empezar a distorsionarse, pero no era así.

- ¿Quieres que te bese también? – Preguntó de pronto.

- ¿¡Qué!? – Al dar un paso hacia atrás, tropecé y caí, pero no dolió.

Al instante, una sensación fría y húmeda me devolvió a la realidad. Comencé a toser como loca y el golpe que me di al caer de mi cama improvisada con dos escritorios sí que me dolió.

CUARENTENA - JORIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora