Día 19

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- Jade... ¡Jade! – Mi atención volvió a la pantalla de mi teléfono. – No estás prestando atención –

- Si, lo hago –

Mentira.

- No puedes abandonar el lugar donde cumples la cuarentena en este momento... Y si lo haces, yo no puedo hacer nada para ayudarte cuando te detengan –

- ¿Eres un prestigioso abogado y no puedes hacer un pequeño movimiento para que yo pueda salir de aquí? -

- No voy a comprometer a mi firma por tus caprichos –

- No son caprichos... Quiero irme a casa – Suspiré, dejando que mi mirada se perdiera de nuevo.

- ¿Por qué? – Preguntó él – ¿Te falta comida? ¿Tu salud está en peligro? –

Mi salud mental.

Mi salud mental está en grave peligro.

- Papá... Sólo quiero irme a casa –

- Y yo sólo quiero que te veas un poco más decente o por lo menos que no andes con un vago que no le alcanza para un corte de cabello, pero no todo se puede en esta vida, ¿No es cierto, Jadey? –

Exhalé con la fuerza suficiente para casi expulsar un pulmón. Si tuviera un dólar por cada vez que él se quejaba de estupideces, ya me habría comprado un yate.

- Avísame si tú y esa chica necesitan algo real ¿De acuerdo? –

Esa chica...

¡Esa chica!

Suspiré derrotada de forma inaudible. De forma muy inaudible.

- De acuerdo... - Acepté

- Adiós – Se despidió él y yo volví a recostarme sobre mi colchón, mirando las lámparas del techo sin cesar.

Era medio día, había salido por la mañana con un estilo de agente secreto para conseguir comida y no encontrarme a Tori en el camino.

Consideraba la idea de quedarme en el aula por el resto de la cuarentena. Probablemente sería más sencillo que volver a verla.

Mi mente divagaba constantemente desde el día anterior. Se perdía entre hilos de pensamientos muy extraños.

Y hoy, los flashbacks estaban a la orden del día.

- Gracias, te llamaré pronto guapa –

- Corte... Supongo – Dijo ella a centímetros de mí, mirando directamente mis ojos.

- Perdiste, eres pésima – Una especie de magnetismo espontaneo me mantenía ahí.

- No... No es verdad, manejé la situación –

- ¡Dejaste que te besara! – Dejando de mirarla pude tomar mi distancia por fin.

- ¿Joe? –

- ¡Si! –

- Dijiste que no tenía que negarme – Se excusó.

- ¡Ese beso fue demasiado fácil! – Le hice ver su error – Él ganó, Tori, sé una buena perdedora y enfréntalo –

- Yo sólo me estaba divirtiendo – Se cruzó de brazos.

- ¿Sabes qué? Me voy... Si quieres pensar que ganaste en esto... Adelante, pero ya te quiero ver cuando salgamos de aquí y andes por ahí lloriqueando porque chicos como él no te toman en serio – Argumenté con frustración.

CUARENTENA - JORIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora